Cuesta mucho decirle borrico a un toro y, sin embargo, se oye, se dice y se lee. Se lee más de lo que se oye. No se dice tampoco tanto. La expresión no es rara entre toreros y taurinos. Los ganaderos guardan por norma las formas. No hay norma sin excepción. Lo cierto es que, a falta de bravura y fiereza, se echa mano de imágenes por aproximación: el trote cochinero, el trote borriquero. Al toro propio se le atribuye el galope, el tranco, el paso.
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