Recibo con ilusión el número especial de Aplausos. La sensación no es nueva, es añeja y por ello magnífica. Estamos atravesando una etapa, de la que huelga decir, que es la peor en mucho tiempo. Afectados como estamos en nuestro planeta toro, hemos vivido una pasada temporada para olvidar. Pero hubo cosas, algunas, pocas, en el ruedo y en el campo y en el toro en general que había que contar. Había que contar que Enrique Ponce ha tirado de un carro de un peso tremendo demostrando una vez más por qué es quien es, que este Gobierno que nos desgobierna ha querido aprovechar los trenes baratos para hundirnos en la miseria, que los ganaderos de bravo han sido los principales perjudicados de la pandemia desde el punto de vista económico y había que contar muchas cosas más. Y es cierto que estamos viviendo la revolución tecnológica, meteórica y necesaria en la que también se ha instalado esta revista, como no podía ser de otra manera, pero no es menos cierto que, sin ser nostálgico, el papel es el papel. Abrir el especial de Aplausos, oler sus hojas, mirar y ver las fotografías… en papel, en color, ese color que solo da el papel.
La temporada empieza mal. Los contagios se disparan y los empresarios solo pueden esbozar ferias y corridas como castillos en el aire… a esperar a ver, a saber qué pasa, sin saber si se puede o no dar toros y cuánto aforo se permitirá… todo hay que contarlo y se va a contar aquí, en Aplausos.
Deseo que la pandemia desaparezca, quiero que volvamos a la normalidad posible, quiero toros, quiero éxitos y fracasos, noticias, reportajes… y lo quiero en papel… en el papel de Aplausos. Dios me oiga.
