Tras el pobre de mí sanferminero asoma a la vuelta de la esquina la Feria de Julio, un camino de siempre que los toreros recorrían con gusto y alivio a la vez. El gusto que les producía las plazas llenas y la bolsa generosa de ambas y el alivio de dejar atrás el toro de Pamplona y el bullicio de las peñas para encontrarse con la tranquilidad del mediterráneo con las diferencias evidentes que ello suponía, en el toro y en el público. Eso era antes porque los tiempos cambian y ahora lo de la bolsa que todo lo condiciona ya no es lo mismo y son muchas las figuras que ya no mantienen esa secuencia de viajes que les llevaba directamente de Pamplona a Valencia pasando por Tudela y/o Mont de Marsan. De tal manera ha prosperado la idea absentista, la laboral y la artística, que ahora los hay que acabada la justa pamplonica, los que van, eligen la arena de la playa y la compañía de la familia, a la espera de ferias más sustanciosas. Hasta que se las carguen o acaben por desbaratarlas.