Fotos: ARJONA
De nuevo otra tarde más con contenido en Valencia con dos nombres propios, el de Ponce, que enloqueció a sus paisanos con dos faenas sobresalientes; y Paco Ureña, que volvió a emocionar a esta plaza por la vía de la épica y la autenticidad. La tarde comenzó con una calurosa ovación a la terna: enfocada sobre todo a su ídolo Ponce y Ureña, que regresaba tras su gran tarde de la pasada Feria de Julio.
Incierto fue el comportamiento de salida del primer toro, midiendo y frenándose al capote de Enrique Ponce. Pero cambió a mejor tras el puyazo del picador de guardia y comenzó a adivinarse la buena condición del animal en las verónicas de Ponce. Al quite por chicuelinas de Talavante le dio réplica el valenciano por el mismo palo, bajando la mano. Fue el de Domingo Hernández un toro encastado y pronto en sus acometidas, tanto que incluso apenas dejó brindar a Enrique, que montera en mano comenzó improvisando su labor en la boca de riego. Importante su manera de humillar y colocar la cara, entregado con todo. Y con celo, por lo que su embestida llegó al tendido. Sublime Ponce con él, con un inicio por abajo, ya cerrado en tablas, magistral y clave para someterlo. Y ahí comenzó la tauromaquia poncista: la elegancia, la naturalidad, la cadencia… todo con ritmo y fluidez. Finalizó como empezó, con un toreo genuflexo de primor. Mató de una estocada caída y un golpe de descabello, y a pesar de la fuerte petición del público, el palco le denegó la oreja. Enfado unánime del público con el presidente.
El cuarto, pobre de cara, no se empleó de salida en el capote de Ponce. Buen quite del valenciano por delantales rematado con una preciosa media. No lo puso fácil en banderillas el de Garcigrande, que tuvo sus teclas. La faena de Ponce tuvo el mérito de imponerse a un toro al que le tapó muchos defectos y una embestida irregular, no siempre entregada. Muy firme en todo momento, le ganó la partida al toro llevándolo muy tapado y sabiendo tirar de él. Lo metió en el canasto y sacó su fondo y durabilidad. Todo cuanto hizo el de Chiva estuvo envuelto de esa estética y belleza innatas. Se fue a los terrenos de sol y allí armó un taco. Una tanda de rodillas más enfadado, roto y acoplado con el astado puso al público en pie entre gritos de ¡torero, torero! Pinchazo y estocada caída. El clamor del público entregado a su torero y las dos orejas, la segunda como compensación a la equivocación del palco en el primer turno.
Paco Ureña volvió a Valencia por el mismo palo que triunfó en Julio: la épica y la autenticidad. De pobre presentación el tercero, que no era toro para Valencia. De escaso trapío mirase por donde se mirase. Apenas unas leves protestas cuando se hizo presente en el ruedo. Brindó Paco Ureña la faena al equipo médico que le atendió del percance sufrido en la pasada Feria de Julio en este mismo ruedo. Áspero y bronco el de Garcigrande, rebrincado, soltando la cara con feo estilo. No le importó a Paco Ureña, muy firme con el toro, asentado y encajado. Metido en la faena, logró extraer tandas de mérito: la muleta por delante, fijador el toque y mandón el trazo. Aguantó dos parones en los que se veía cogido y algún que otro gañafón. Su esfuerzo se vivió con suspense, sin dejar indiferente a nadie. Ceñidas las manoletinas antes de amarrar una buena estocada al segundo intento.
Impropia de esta plaza la presentación del que cerró plaza, falto de remate y excesivamente cómodo de pitones. Nada fácil el toro, que acabó desarrollando peligro y cogiendo de muy fea manera a Paco Ureña. Punto locuna y descompuesta la embestida del de Domingo Hernández, soltando la cara de manera traicionera. Venía dormido por el pitón izquierdo, sabiendo lo que se dejaba atrás. Pero Ureña volvió a imponer su ley con firmeza y a golpe de corazón, aguantó la brusca y geniuda embestida hasta que en un derrote, fue cogido y zarandeado en el suelo. Se levantó el murciano, que siguió delante de la cara del toro. Mató de una buena estocada y se le concedió la oreja. La efigie del torero roto, extasiado y con el vestido despedazado, recordó aquella tarde épica de la pasada Feria de Julio.
No fue la tarde de Talavante, que pechó con un mal lote, algo que tampoco justifica su poca fluidez ante sus dos toros. Lo mejor del segundo de la tarde fue el quite comprometido y embraguetado de Paco Ureña por gaoneras, templado y de capote alado. Probón en la muleta este de Domingo Hernández, sin descolgar, desrazado y sin emplearse en ningún momento de su lidia. No le vio opciones un desangelado Talavante, que abrevió.
No se empleó en los primeros tercios -como el resto de la corrida- el quinto, un colorado que sí tuvo remate, pero la cara justa para una plaza de primera. Aprovechó Talavante la inercia de las primeras embestidas que parecieron presagiar algo que después no fue. Un espejismo. Acabó diluyéndose la faena de Talavante entre el desencanto, ante un animal desrazado, que nunca se empleó de verdad y salió desentendido de las suertes, buscando al final la querencia de toriles.
Valencia. Sábado 17 de marzo de 2018. Feria de Fallas. Toros de Garcigrande (3º, 4º y 5º) y tres de Domingo Hernández (1º, 2º y 6º), de pobre presentación y juego desigual; destacó sobre el resto el primero de la tarde. Enrique Ponce, vuelta al ruedo tras aviso y dos orejas tras aviso; Alejandro Talavante, silencio y silencio tras aviso; Paco Ureña, ovación con saludos tras aviso y oreja. Entrada: Lleno. Rompió el público valenciano a aplaudir tras el paseíllo en una ovación cerrada a la terna actuante. Los toros lucieron divisa negra en señal de luto por el ganadero Domingo Hernández, fallecido el pasado mes de febrero.