La revolera

Resurrección espera…

Paco Mora
sábado 14 de abril de 2012

Como escribió el poeta a la muerte de Manolete, en identificación apasionada del coloso cordobés con la esencia del toreo: “Resurrección espera…”

Como escribió el poeta a la muerte de Manolete, en identificación apasionada del coloso cordobés con la esencia del toreo: “Resurrección espera…”. Y es que la euritmia de la belleza del toreo moderno que trajo Juan Belmonte fue sin duda la tauromaquia de aquel hijo de la Córdoba senequista. De tal manera que, cada vez que surge un chispazo de quietismo estético, la estatua yacente de Manuel Rodríguez en el cementerio de Córdoba vibra y se estremece. Ocurrió con José Tomás cuando parecía decidido a ser un torero de leyenda y ha ocurrido ahora con un novillero valenciano. ¿Qué tendría aquel monstruo cordobés que todavía, pasados sesenta y cinco años de la entrega de su cuerpo a la madre tierra, cuando alguien se coloca erguido e impasible frente al toro, espera la embestida, baja la mano y con los pies atornillados a la arena ejecuta media docena de pases arrastrando la muleta, tiemblan los cimientos del toreo? Que se lo pregunten a los que estuvieron el Sábado de Gloria en la plaza de toros de Lorca. Es sólo un apunte, apenas un boceto, cuatro pinceladas sin mezclar los colores, pero suficiente para poner en marcha autocares y coches particulares. Y no será, y puede que no sea pero… ¿Qué influjo tendrá en el toreo la sombra de Manolete, que cada vez que aparece, aunque sea de puntillas, los aficionados fetén sienten que algo o alguien les susurra al oído, como el Nazareno a Lázaro, un “levántate y anda” capaz de restaurarles la ilusión adormecida por tanto pegapases sin alma? Y no será, y puede que no sea, pero…

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