Andrés Roca Rey es el gran protagonista de los contenidos del número en papel de APLAUSOS de esta semana. El peruano se sincera en una amplia entrevista con nuestro director, José Luis Benlloch, a lo largo de seis páginas en las que habla no sólo de su impactante arranque de temporada, sino también de sus inicios en la profesión, de la dureza de aquellos primeros pasos, de conceptos como el valor, la vida, la muerte… La charla también da cabida a anécdotas singulares. Una de ellas, precisamente, tuvo como protagonistas al peruano y al famoso barrio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla. Así se relata la historia. Pasen y lean:
Vísperas de la Feria de Abril. Una cena con amigos y cuadrilla. Alguien habla de la inseguridad del barrio de las Tres Mil Viviendas. De lo peligroso que puede resultar pasear por sus calles a determinadas horas. A Andrés le pica la curiosidad. Asegura que quiere conocerlo y propone visitarlo. Todos lo desaconsejan. Les convence y montan en el coche. Una vez en esas calles ve un bar abierto y dice que paren, que quiere tomar un refresco. ¿Un refresco aquí?..., le dicen. Insiste. Apela a la buena condición de las personas. ¡Es buena gente, hombre!... El coche se detiene y bajan todos. Hay desconfianza en el grupo y también en la gente que les observa. Al fin y al cabo allí los desconocidos son ellos. Entran en el bar. Sigue la desconfianza mutua, hasta que reconocen al matador. ¡Es Roca Rey!... y todo se suaviza primero y se altera después cuando se corre la voz y acuden más y más vecinos a que les firme autógrafos. Uno de ellos le dice que tiene una peluquería y Andrés le propone que le corte el pelo. Una vez en la silla del nuevo amigo, se preocupa, quizás haya ido demasiado lejos al confiar en la pericia profesional de su nuevo amigo. “Yo acostumbro a cortármelo poquito”, dice pensando en una posterior corrección. El amigo peluquero siguió al pie de la letra las indicaciones y se lo dejó perfecto. Hubo fotos, autógrafos, besos… Hasta que una señora aparece con un cartón y parece disgustada y le reprocha, “me he quedado sin firma y sin fotos de las que dais, fírmame aquí”… Andrés duda y reacciona, desestima el cartón, coge una camiseta propia y se la autografía para sorpresa y gozo de la señora, que no reprimió una lágrima. Al día siguiente, mientras Andrés circundaba el ruedo de la Maestranza, en un tendido de sol encontró a varios de sus nuevos amigos de las Tres Mil… Premio a la fe en los hombres.
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Roca Rey alborota las Tres Mil Viviendas de Sevilla
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