Esta semana arranca la Feria de Julio. Es mi feria, ya lo sé, pero también la de muchos aficionados que la disfrutaron en momentos de esplendor. Los mismos a los que nos duele su situación. En realidad debería ser la feria de cualquier aficionado curioso, la curiosidad es conveniente para no vivir siendo un ignorante, y de los jóvenes que tengan a bien bucear en la historia grande del toreo. Ahora se tambalea y es tarea de muchos, incluida la propia ciudad, echarle una mano para corresponder a todo lo que hizo la feria por la ciudad, por los profesionales y por los aficionados. No es cuestión provinciana, maldito palabro inventado en la meseta para disparar hacia el exterior incluso por muchos que llegaban del exterior que querían demostrar que ya no eran provincianos, ni es cuestión personal de Benlloch y de cuatro nostálgicos, defender y mantener en pie la Feria de Valencia es defender una de las trincheras calientes del toreo, perder esa posición es retroceder un paso más en el avance de los anti.
Se perdió Cataluña, se tambalea Mallorca de cuyo no tan lejano esplendor apenas queda algún festejo aislado, las propias figuras se resisten a venir a Julio -por cierto ¿no aseguraban o firmaron que querían defender la Fiesta?… es una simple pregunta- así que salvar la feria no puede ser una cuestión personal, apañados estaríamos, defender la feria, la de Julio y todas las grandes que peligren, debería ser una cuestión de estado en materia taurina, responsabilidad de todos si es que entienden el toreo más allá de sus intereses personales, más allá de las narices de su cartera o de su mentalidad cortoplacista del llevárselo cuanto antes.
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