ENTREVISTA
Foto: Antonio ViguerasFoto: Antonio Vigueras

“Si supiese que iba a ser un adiós al toro o al caballo, me moría antes de despedirme”

José Luis Benlloch
lunes 11 de marzo de 2024
El gran rejoneador navarro se despide de Valencia en la Feria de Fallas: "La despedida en Valencia supongo que será muy parecida a lo que viví en la Plaza México"

Nada es casual y menos en el toreo. El éxito de Pablo Hermoso de Mendoza, uno de los mejores rejoneadores de todos los tiempos sino el mejor, tiene su fórmula mágica. Elegancia y torería, lo que se dice caer bien a caballo en términos ecuestres; técnica y trabajo, mucho trabajo; amor a los caballos –“y a los toros”, me apunta el propio Pablo– y aunque no hay que olvidarse del talento personal el secreto definitivo ha sido su capacidad por superar barreras. La cultural, ¿un rejoneador navarro? se preguntaba extrañada y escéptica la gente en sus principios; la económica, siempre se creyó que esto era cosa de ricos y él no lo era; y la de los propios aficionados a los toros que de siempre mantuvieron a los rejoneadores en un rango inferior a los toreros de a pie, cosa de señoritos, decían. Nada le frenó a aquel joven Hermoso de Mendoza, ahora navarro, rico y torero, que como culminación de su carrera protagonizó hace unas semanas uno de los hitos de la temporada taurina, en realidad de muchas temporadas, agotar las localidades de la Plaza México cuando más necesitaba el toreo demostrar su arraigo social frente a la fiebre abolicionista que el populismo pretende imponer en aquel país. “Lleno hasta el reloj”, proclamaban gozosas las crónicas de la despedida de Pablo; más de cuarenta mil espectadores, recalcaban, para presenciar su despedida del DF, su plaza baluarte.

Apoteósica fue la salida a hombros de Pablo Hermoso de Mendoza de la Plaza México. Foto: Tadeo Alcina

De Méjico a España para arrancar la temporada de su definitivo adiós a los ruedos. Valencia, 15 de marzo, será el punto de partida formando parte de un cartel tan singular como demostrativo de su categoría, en el que alternará nada menos que con Morante de la Puebla, otro de los genios de su generación, y Nek Romero, el penúltimo sueño de Valencia para seguir manteniendo su referencia en lo más alto de la torería. Contra la extrañeza de algunos cabe recordar que la combinación tiene un antecedente de lo más glorioso en aquel cartel que en los años ochenta formaron Joao Moura, Curro Romero y Pepe Luis Vázquez, tres perfiles artísticos muy parecidos a esta nueva edición, que recorrió las principales plazas españolas desde Valencia a Madrid y Sevilla.

-A propósito de las últimas diatribas abolicionistas, te imagino animalista.

-Por encima de todo. 

-Te cabrearás, entiendo, con las cosas que dicen los animalistas de ciudad.

-Muchísimo. Algunos no tienen ni perro. Si no saben lo que es pasar noches sin dormir cuidando a un animal, llorándolo cuando se va, dedicando tu vida a su cuidado, no pueden hablar de animalismo.

Poco después de la apoteosis azteca, Hermoso de Mendoza reconocía a Las Provincias “un estado de felicidad personal máximo, no me cabe más satisfacción”. A pesar de los grandes triunfos alcanzados anteriormente en aquella plaza que le habían otorgado la categoría de consentido de la afición, ninguno como el del lunes último, “saber que era la despedida me ha hecho vivirlo con una intensidad desbordante, quería absorberlo todo para guardármelo para mí. Supongo que será muy parecido a lo que viviré en la temporada española que arranca en Valencia”.

-¿Por qué te vas?

-Porque creo que ya he dado todo y porque siempre quise irme en un momento de plenitud. Muchas veces queda el recuerdo de grandes artistas que no hace justicia a lo que han sido sus carreras y yo no quería que pasase eso conmigo.

-¿No fuiste en ningún momento mejor rejoneador de lo que eres ahora?

-No, porque no tenía ni los caballos ni los conocimientos que tengo ahora. Claro que hay que reconocer que la juventud ponía una dosis de arrojo y de pasión a mi rejoneo, también de novedad, que con los años se va modificando. 

-¿A mejor?

-Es diferente.

-¿En el rejoneo también es importante la pasión?

-Muy importante. Muchas veces hay que sobrepasar líneas difíciles, tras las cuales no sabes si está el éxito, el fracaso o el percance… y solamente cuando te apasionas te atreves.

El rejoneador navarro, en su última actuación en Valencia en las Fallas de 2023. Foto: Antonio Vigueras

-¿Qué planes tienes ahora?

-Muchos. Si supiese que iba a ser un adiós a la Fiesta o a montar a caballo me moría antes de despedirme. No va a ser así, voy a seguir vinculado a la carrera de mi hijo, torearé algún festejo benéfico e incluso hay algunas cosas que no he podido hacer por falta de agenda entre las que está llevar la Fiesta a algunos países donde tuve ofrecimientos que no pude atender.

-¿A Estados Unidos?

-Por ejemplo. Me ofrecieron un plan muy atractivo ligado al rodeo, pero implicaba estar ocho meses allí, un mes en cada ciudad, y eso no me lo pude permitir. Haga lo que haga, siempre será pensando en potenciar la Fiesta y en devolverle parte de lo que ella me ha dado a mí.

-Hablemos de Valencia.

-Para mí ha sido siempre el clarinazo de cada temporada. Allí comprobaba cada año el punto artístico tanto de la cuadra como de mí. Tiene un ambiente lúdico único, por lo festivo y lo social de su entorno. Junto a la Feria de Abril y San Fermín son las tres grandes ferias que atraen gentes de todas partes del mundo. No solo son los toros y eso es muy importante.

A Valencia llegará con la cuadra al completo, con las figuras que se llevó a Méjico, Jíbaro, Regaliz, Berlín, Indico… y con las que dejó en Zarapuz, la finca nodriza de los Hermoso en Estella. “Voy con mucha ilusión”, dice y recuerda que antes de su eclosión en aquel país arrancaba las temporadas en Valencia donde toreaba las dos ferias e incluso hubo años que toreó también el festejo de la virgen cuando se celebraba a la valenciana, del que guarda en casa, en lugar de honor, el traje de torrentí que lució aquel día.

-Me habían ofrecido seguir en Méjico para sumar cien corridas de toros hasta mayo, pero he dicho que no. Digamos que he puesto lo afectivo por encima de lo crematístico. En la temporada de mi adiós quiero llegar a plazas que para mí tienen una fuerte carga sentimental como es Valencia.

UNA CARRERA DESDE ABAJO

-¿Cómo era el rejoneo cuando llegaste y cómo lo dejas?

-Cuando llegué estaba en un gran momento, con vicios respecto a la contratación y los toros que se toreaban, pero había muchos rejoneadores, mucha competencia y un súper ambiente. Ahora ha evolucionado mucho a nivel técnico por parte de la equitación que utiliza. Ha mejorado también mucho la calidad de los toros que se lidian y el conocimiento del público, ahora sabe más, discierne lo que es más puro de lo que es más de ebullición. Es un público que se ha equiparado bastante con el de las corridas de a pie. Antes era muy apasionado pero que no sabía mucho de técnica. 

-Antes poco menos que había que ser rico para ser rejoneador.

-Eso también ha cambiado. Para la mayoría de los rejoneadores esto era un bonito hobby que lo llevaban a cabo con público y ganaban su dinerito, luego se profesionalizó más y se ganaba más dinero. En realidad se ha equiparado a cualquier espectáculo que meta gente. 

-¿Cómo te recibieron cuando llegaste a la profesión?

-Todos me decían los prejuicios que iba a encontrar y fue al revés, cuando estuve preparado, es decir, cuando tuve la capacidad de triunfar y triunfé, cierto que después de once largos años, se me abrieron todas las puertas. Desde entonces nadie me puso una pega. Esto es un mercado más sencillo de lo que nos cuestionamos, si tienes un producto bueno todo el mundo te lo compra.

-¿Tardaste once años?

-Once años en los que toreaba prácticamente solo en Navarra y concentrado en tres meses al año. Desde San Fermín al final de septiembre. El resto del año me dedicaba a prepararle caballos a la gente y así poderme mantener con lo que les cobraba, que era como trescientos euros de ahora por caballo que me permitían torear las ocho o diez corridas que toreaba cada año por mi Navarra natal.

Pablo Hermoso de Mendoza se despedirá el 15 de marzo de Valencia. Foto: Antonio Vigueras

-¿Así hasta cuándo, cuándo llegó la explosión?

-En la Feria de Pilar del 94, donde entré como tantas veces pasa en el toreo sustituyendo a un compañero, en mi caso a Fermín Bohórquez al que le habían roto una pierna en Pozoblanco. La corrida fue televisaba y aquel éxito me abrió las puertas de todos lados. El año siguiente ya fui a Sevilla, a Madrid y a prácticamente todas las plazas del circuito nacional.

-En un principio había ciertas reservas porque se decía que eras rejoneador de un solo caballo, que cuando se acabase ya veríamos cuál era tu dimensión real, se referían al mítico Cagancho, y al final has sido rejoneador de decenas de caballos gloriosos.

-No se trataba de una mala crítica, era algo lógico. Eso pasa siempre cuando hay un caballo que brilla tanto como brillaba Cagancho. Yo mismo dudaba. Me decía que cuando falte él cómo voy a llenar su hueco. Luego hubo otros caballos de un nivel tremendo. En aquella época, de Cagancho al resto había un gran escalón, ahora la cuadra es mucho más compacta y homogénea. 

La hermosa historia de Cagancho

Retirado de los ruedos, Cagancho murió en los campos de Estella a los treinta y dos años, en un retiro de honor que Pablo reserva para todas sus figuras. A Cagancho lo había encontrado en Portugal. “Se suspendió una corrida -suele contar- y fuimos a ver caballos a casa de Brito Paes. Eran magníficos, pero yo no podía acceder a aquellos precios y ni siquiera me atrevía a preguntarle. Ya cuando me iba le dije si tenía algún caballito de menos nivel que me pudiese servir y me dijo que tenía uno que le habían regalado por enseñar a una niña. Era poca cosa, pero familia de Opus y Neptuno, dos grandes caballos de Domecq y Vidrié, y eso me ilusionó, aunque más aún me gustó el precio, unos mil quinientos euros. Así es cómo llegó a mi Cagancho”.

-Los profanos nos preguntamos qué puede valer uno de esos caballos estrellas que lucís.

-Los caballos estrella no se venden por la relación que se establece con ellos, pero hay caballos medios y caballos buenos que se venden, y se compran entre compañeros que pueden ir de ciento cincuenta a doscientos mil euros, incluso hasta trescientos mil. Pero con relación a otras modalidades ecuestres son los más baratos. Ten en cuenta que un caballo importante de salto puede rondar los cinco millones.

-¿En un caballo de rejones el jinete debe aportar más que en un caballo de carreras?

-El de rejones tiene que tener cosas importantes si tiene que ser una estrella, pero aun así hay que aportarle mucho para que desarrolle, mientras que un caballo de carrera da la velocidad o no la da. En el rejoneo, si eres constante, si trabajas durante años, de un caballo medio puedes hacer una estrella.

-Hablemos de las razas más toreras.

-La más torera es la lusitana, sencillamente porque se ha seleccionado para eso durante muchos años. En Portugal trabajaron la genética y es el caballo que más garantía te da para torear, luego puede que te surja un buen caballo donde menos te lo piensas.

-¿Le surgieron a Pablo Hermoso?

Síiii. Sarmata fue un caso claro de eso. Se trataba de un cuarto de milla cruzado con un pura sangre inglés y fue un auténtico genio. En otra ocasión compré otro pura sangre inglés en el hipódromo de Pou y salió torero, torero, pero se trata de individuos sueltos. 

-¿Y los árabes?

-Ha habido árabes que han toreado, pero no han sido los mejores, en cambio el cruce del árabe con el español es genial. Aporta viveza y resistencia para los viajes mientras que el español o el lusitano aporta habilidad para enroscarse con el toro y acompañar la embestida.

-¿Cuál es la diferencia entre los lusitanos y los españoles?

-Tienen un mismo origen, fueron el caballo peninsular hasta que se hizo un registro de raza y a partir de ahí cada uno siguió su línea, el lusitano se seleccionó para torear y el español para los enganches, la alta escuela, pasear…

-¿La alta escuela es necesaria en el rejoneo?

-Son adornos que pueden ayudar a vestir una faena, pero nunca dejan de ser adornos elegantes que bien hechos quedan bien pero siempre es torear fuera del toro.

-¿Cuáles son las cualidades básicas para un caballo de rejoneo?

-Lo primero es que tenga valor. Después para ser una estrella, como los toreros de a pie, necesita un conjunto de condiciones, necesita ser artista, necesita tener personalidad, ser elegante, necesita un pellizco que conecte con la gente y eso se tiene o no se tiene porque no se enseña.

-¿Cuál ha sido el más indómito de todos los que has tenido?

-Chicuelo. Tuvo carácter del principio al fin de sus días. Hasta que entendí que yo tenía que ser quien le acompañase a él y no al revés, fue una pelea diaria. Era muy torero, pero tenía su idea, su distancia y no dejaba que tu mandaras en él.

-¿Y un caballo estrella que se lo pudieses dejar a un niño?

-Eso es difícil o imposible. Los estrella tienen un carácter fuerte, tienen personalidad y no son recomendables para los niños. Posiblemente cuando están muy domados y en un nivel maduro de su vida, quizás. Berlín ahora es súper noble, pero ahora.

-¿El caballo tiene algún sistema de comunicación con el jinete?

-Entre caballos tienen su lenguaje para expresar su agresividad, sus miedos, sus ganas de comer, si está bien o mal… un lenguaje que tú debes entender si estás con ellos. Luego hay otro lenguaje que tú tienes que crear para poderte comunicar, ese lenguaje es la doma, lenguaje de contacto, de piernas, de equilibrio, de mover tu cuerpo… llega un momento que es tan sutil que crees que con solo pensar tú le estás transmitiendo lo que sientes y lo que le demandas.

-¿Luego de Cagancho quién?

-Ha habido cuatro caballos en mi carrera que cuando salía a la plaza con ellos sentía que podía ser yo como torero y desarrollar lo que quería, que han sido Cagancho, Chenel, Disparate y Berlín. Cuatro personalidades diferentes con los que podía hacer frente a lo que viniese, al toro con calidad, al agresivo, a todos y hacer la suerte que me naciese en cada momento. Eran muy versátiles y con todos tuve una compenetración máxima.

-Disparate me alucinó muchas tardes.

-Era el rey en el caos. Lo podías poner en cualquier situación extrema que él sabía resolver de una manera fantástica. Era el más resolutivo.

-¿El más elegante fue Cagancho?

-Era el más barroco, el que más llenaba la plaza y el más conocido. Aparecía en la plaza y todos lo conocían. 

-¿Qué papel le dejas a Chenel?

-Fue el más artista, en el momento de la reunión ponía algo que ninguno de los otros ponía. Se expresaba de una manera especial, utilizaba todo el cuerpo, desde las orejas hasta el rabo y se recreaba en las suertes. Era de padre lusitano y de una yegua de carreras angloárabe de alta competición. Lo compré en el hipódromo de Pou.

-Falta Berlín.

-Es el más puro, también el más frío. Tiene que arriesgar mucho para transmitir, pero lo hace, ningún otro era capaz de entrar en esos terrenos y de esa manera tan pura.

-¿Tuviste ídolos?

-Claro. El primero fue Manuel Vidrié y luego sumaría a mi devoción a Joao Moura. A día de hoy lo siguen siendo, veo vídeos suyos y me junto con ellos. Son un paradigma en mi vida. 

-¿Te influyeron mucho o tú fuiste un autodidacta?

-Yo fui autodidacta por obligación. Vivía en una zona donde no había contacto con ningún rejoneador, tampoco había vídeos ni internet así que tuve que serlo. Una vez al año iba a Madrid a ver a Vidrié y aquello para mí era puro alimento. En cuanto volvía a casa me ponía a hacer lo que le había visto. Ya luego de tomar la alternativa, Moura me abrió las puertas de su casa y allí aprendí muchísimo, fue de quien más aprendí.

-¿Con quién competiste en este tiempo?

-He competido con los compañeros de tres generaciones y eso me llena de orgullo. Cuando llegué toreé algo con Vidrié, bastante con Rafael Peralta, muchísimo con Javier Buendía, Vargas, que era una generación anterior a la mía, luego llegaron Ginés Cartagena, Correas, los hermanos Domecq, Fermín Bohórquez… esa era mi generación y entre nosotros hubo una competencia tremenda. Más tarde competí con los hijos de mi generación que han sido los actuales. 

-¿Quién fue el más duro?

-La rivalidad más intensa desde el principio fue Joao Moura, fue el rival artístico que más me pesaba. A día de hoy tengo el gusto de torear algunas corridas con él y lo disfruto mucho, solo verle a caballo es un deleite.

-No has tenido la sensación de que los últimos años has sido la liebre de esta carrera, un algo así como todos a por ti.

-Es lo lógico, es ley de vida. Hay un momento de liderazgo en el que lo normal es que todos quieran competir contigo y ganarte la pelea para meterse en tu lugar. Yo también lo quise hacer. Siempre y cuando sea de una manera digna, es muy bonito.

-Tema polémico en la actualidad es la elección de encastes, los murubes casi en exclusiva.

-El encaste Murube es el que más nos ha favorecido por su ritmo y por su galope pero también por otra condición, porque los últimos años no lo mataban a pie y eso permitía que tuviésemos las camadas enteras a nuestra disposición, sin que antes hubiesen elegido otros. También te digo que cuando en España toreábamos setenta u ochenta corridas toreábamos de todo. Yo mataba las camadas de Guardiola enteras, los santacolomas de Buendía igual, los patasblancas que era un encaste diferente, igual. Hoy día desgraciadamente están desapareciendo esos encastes, sobre todo a partir de 2008 y es por lo que se torea cada vez más los murube. Sucede prácticamente lo mismo que en el toreo a pie con el encaste Domecq. En Méjico, donde toreo la mitad de mis temporadas, donde toreo todo encaste saltillo. A lo largo de mi vida si sumamos lo que he matado, lo de Murube se quedará en menos de la mitad. 

-¿Tu gran aportación al rejoneo ha sido el galope de costado y los cambios de pista?

-Todo lo que he hecho en el rejoneo ya se había hecho con anterioridad. Yo lo que intenté aportar fue una equitación más sutil en la que el caballo se mostrase más libre, donde no existiese el castigo, con los bocados más pequeños y en la que el caballo no sangrase y a partir de lo cual el caballo comenzase a recrearse en lo que hacía. Eso me ha permitido darle una evolución a lo que ya se había hecho. Lo hice quizá con más limpieza, más ajustado. Eso sí, pero no me atrevo a decir que traje suertes diferentes.

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