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Síntomas peligrosos

La actitud de las autoridades policiales y gubernativas en Palma y Marbella parece dirigida a proteger a los mercenarios pagados por cierta banca holandesa para atacar al toreo. Ataque que ya comienza a ser agobiante y reclama una reacción que no se haga esperar demasiado. Vale más prevenir que curar.

Este país camina con paso firme hacia el caos. Y la dejación del principio de autoridad de sus gobernantes es una de las causas principales. Lo de Marbella de este primer domingo de agosto fue una clara tergiversación de la legalidad establecida en el ordenamiento del espectáculo taurino. Por este camino no sería de extrañar que se saliera con la suya Artur Mas si se le ocurriera, como amenaza, declarar la independencia de Cataluña cuando le rote. El hombre está convencido, y no le faltan razones para pensarlo, de que, si lo hiciera, el Gobierno de la Nación no movería un dedo para corregir su decisión separatista. Dijo Ortega y Gasset que para saber como está el país basta con asomarse a una plaza de toros. Y en Marbella se ha hecho realidad la vieja figura literaria de “el alguacil alguacilado”. Lo que conduce a la idea de la Justicia escarnecida, el delito premiado y los que se ajustan a la legalidad, ajusticiados.

“El holandés errante”, que montó el escándalo hace pocos días en Palma de Mallorca, ha reeditado su hombrada a toro muerto en la Plaza de Toros de Marbella. Y la autoridad policial propuso sancionar a los subalternos que lo retiraron de la arena, “por las malas maneras” con que lo hicieron según la versión de dichos funcionarios, con la que los miles de espectadores testigos de lo ocurrido están en total desacuerdo. Ante tal desafuero, y en señal de protesta, Morante de La Puebla se negó a matar el quinto toro tras afearles a las autoridades citadas su permisividad con los delincuentes que tratan de obstaculizar el trabajo de los únicos que tienen derecho a pisar el escenario donde desarrollan su arte.

Desaparecida la figura del “espontáneo”, ha tenido que venir a España un golfo holandés -bien pagado- para resucitarla impunemente. A Manuel Benítez “El Cordobés” le costó tres semanas de cárcel tirarse al ruedo de Las Ventas cuando era un maletilla que soñaba con la fama. Al golfante de referencia le está haciendo famoso e invulnerable la permisividad de quienes tienen por misión –o al menos para eso cobran- garantizar el orden en el espectáculo taurino. El ministro del Interior –mi ex amigo Jorge Fernández- tiene la perentoria obligación de tomar cartas en el asunto y corregir comportamientos como los de la policía de Palma y de Marbella destacada en dichas plazas. ¿Acaso el ministro es el único que no se entera de la actitud de quienes están bajo su responsabilidad política? Si no lo sabe, malo y si está al corriente y no actúa, mucho peor. Si no investiga y toma decisiones al respecto, él será el responsable de que los aficionados, que pagan su entrada por ver torear a los toreros y no para ser testigos del deleznable sainete de un extranjero que cobra por entorpecer el espectáculo, un día u otro decidan tomarse la justicia por su mano.

La Semana Trágica de Barcelona comenzó con un gran escándalo en la Plaza de Toros de Las Arenas, donde el público estalló irritado quemando las sillas de los palcos y lanzándose al ruedo para arrastrar un toro por la Gran Vía y luego Ramblas abajo, hasta acabar rociándolo de gasolina y prendiéndole fuego ante la puerta principal del Gobierno Militar. Recordemos también que un oficial de la guardia civil, vestido de paisano, fue utilizado de señuelo para sacar a Calvo Sotelo de su domicilio con nocturnidad y alevosía con el fin de darle el “paseo” al amanecer. Y el gobierno republicano sin enterarse. ¿Por qué ahora algunos policías parecen proteger a los que delinquen contra el toreo? ¿También ellos identifican el arte de Cúchares con ese fantasmagórico fascismo del que hablan los políticos emergentes, tan comprensivos con los “angelicales” etarras y tan amigos de los “democráticos” sistemas de Cuba y Venezuela? Son pequeños detalles que comienzan a producir escalofrío, por lo que recuerdan a los inicios de otra época tan desgraciada para los españoles.

De momento, lo de Palma y lo de Marbella es sólo un síntoma, en cuyo fondo laten cosas mucho más profundas. Entre otras la actitud de las autoridades policiales y gubernativas cuya actuación parece dirigida a proteger a los mercenarios pagados por cierta banca holandesa para atacar al toreo. Ataque que ya comienza a ser agobiante y reclama una reacción que no se haga esperar demasiado. Vale más prevenir que curar.

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Paco Mora

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