La Pincelada del Director, por José Luis Benlloch

Teruel y Pamplona, dos ferias con sentimiento

Redacción APLAUSOS
martes 11 de julio de 2017

Si esto fuese una crónica viajera, que no tiene por qué no serlo, camino de Pamplona en el mapa taurino aparece Teruel con su Feria del Ángel. Parada y fonda. El Torico en lo más alto, los pañuelicos rojos que te meten en ambiente, su jamón D.O. que mejora el cartel por días, valencianos y más valencianos por las calles y las peñas vaquilleras a las que se les echa de menos en la plaza, petándolo todo. Hay que recuperarlas sí o sí. Si esto fuese una crónica viajera, que no tiene por qué no serlo, camino de Pamplona en el mapa taurino aparece Teruel con su Feria del Ángel. Parada y fonda. El Torico en lo más alto, los pañuelicos rojos que te meten en ambiente, su jamón D.O. que mejora el cartel por días, valencianos y más valencianos por las calles y las peñas vaquilleras a las que se les echa de menos en la plaza, petándolo todo. Hay que recuperarlas sí o sí. No es necesario recordar que Teruel es menos universal que Pamplona, en realidad ha tenido que reivindicar su existencia a golpe de eslogan publicitario y aún sabiendo que existe queda lejos de la exposición mediática que supone San Fermín, pero es feria igualmente entrañable y festiva y sus gentes la viven a pulmón libre. Este año, a más a más, fue un todo cargado de sentimientos. Y ya saben, dame un sentimiento, una historia que toque el corazón, y levantaré una feria. Un sentimiento y un empresario que bien la gobierne, claro. Esta edición tenía el sentimiento y el empresario, el recuerdo de Víctor Barrio, un año de su mitificación, me cuesta escribir muerte, y Alberto García empeñado en rescatar la plaza de su pueblo. Ahora sólo falta la tercera pata del banco: que la Administración apoye.

En la apertura ferial, viernes, hubo truenos y lluvia, cielo cárdeno y amenazante, buena entrada, homenajes y silencios de respeto, hasta dos, a la memoria de Víctor Barrio y de Fandiño, toros de Julio de la Puerta con más fachada que fondo y un resultado artístico muy dispar. Gozo por una excelente faena de Paco Ureña, que va cuajando en un gran torero. Disgusto del mismo Ureña en su segundo, que dio muestras de estar reparado de la vista e hizo imposible el lucimiento. Torerísimo por momentos Varea, que todo seguido se difuminó en unas lagunas que tendrá que evitar si no quiere lastrar su futuro. Y sin suerte esta vez Padilla.

A la misma hora en Pamplona, Román se jugó la vida frente a los toros de Cebada Gago. En realidad volvió a nacer si tenemos en cuenta cómo le cogió, le sacudió y corneó su primero sin más consecuencias que el destrozo indumentario. ¡Que se vuelva a bautizar! Ni que decir que con ese y con su segundo estuvo valentísimo, que se ganó al público, que cortó una oreja y que ni uno ni otro le hicieron perder la sonrisa. Lo pude seguir en directo, milagros de la ciencia, desde la plaza de Teruel mientras las cuadrillas discutían si era milagro o ciencia que un toro de Julio de la Puerta tuviese la vista clara por la mañana y nublada por la tarde. ¡Pícaros!

Ponce sublimó el toreo y le quitó una velocidad a la lidia en Teruel. Todo surgió despacito, muy despacito… deslumbrante. Diría que eterno y joven. Es la sensación que quedó cuando remataba su segunda faena de rodillas con aires novilleriles

El sábado, día grande, fue escenario de una excelente tarde de toros en la que Ponce sublimó el toreo y le quitó una velocidad a la lidia. Todo surgió despacito, muy despacito… deslumbrante. Diría que eterno y joven. Es la sensación que quedó cuando remataba su segunda faena de rodillas con aires novilleriles. Por eso la plaza se puso en pie y lo celebró con alborozo. Luego, cuando acabó la vuelta al ruedo, le aclamaron al grito de ¡torero, torero! El maestro cuajó una tarde de pura excelencia. Su primera faena nació desde el dominio absoluto. Dominio de los tiempos, del escenario, de la distancia y de las alturas, también de las emociones que a cualquiera atenazan y a él estimulan, con mucho temple, por momentos a cámara lenta, por los dos pitones en muletazos que terminaban muy al final, allá donde rompen las olas y la fuerza del toro se hace playa. Lo aderezó todo con golpes de inspiración, con ese toreo por abajo que interpreta elegante y exclusivo. Mató de media fulminante y al usía le pareció que aquello en Teruel no valía más de una oreja. Otra oreja le concedió en su segundo por una faena más buscada, de más esfuerzo ante un toro noble y remiso. Los alardes finales de rodillas enardecieron al respetable y el presidente, que había establecido la tarifa plana, volvió a considerar que aquello valía otra oreja aunque una faena y otra se pareciesen entre sí como una pera y un tomate. Nada a tener en cuenta, no cabe el enfado después de ver torear como se vio torear a Ponce en Teruel.

Morenito, por su parte, no se quiso quedar atrás y toreó con mucha reunión y muy asentado en los dos, con gusto y sentimiento. También cortó una oreja de cada toro aunque si repasamos la historia de la plaza, por bastante menos dieron mucho más, pero para entonces ya estábamos en el reino de la tarifa plana. Haga lo que haga, una oreja. O ninguna. Que se lo pregunten a Curro Díaz, el menos afortunado en el sorteo, que logró perlas preciosas pero sueltas, pidieron para él la oreja del quinto y aunque no se la dieron dejó la impronta de su toreo artístico. Los toros de Adolfo, nobles e interesantes. Hubo brindis al cielo y a los compañeros, muchas emociones sueltas, Inma Vilchez le dedicó una copla a Barrio muy sentida antes de que las cuadrillas rompiesen la formación y al final ni Ponce ni Moreno se fueron en hombros porque a la autoridad le pareció poco bagaje artístico lo sucedido. Ni en Madrid.

Garrido armó la marimorena al estilo Pamplona: las rodillas al suelo, la distancia corta, el corazón grande y la ambición desbocada. A punto estuvo de abrir la puerta grande

Y el domingo Pamplona. Otra feria con sentimiento, de las que te tocan el corazón. Otra fiesta, otro toro, otra pasta, pasta de la que da moral a los toreros, otro mundo, si me apuran otra ética, otra manera de hacer en los despachos. Al llegar me hablan del valor de Román, santa palabra, de la templanza de Pepe Moral que es otra fórmula santa para ser gente en el toreo. La corrida del Puerto fue dura. Nada fácil, al contrario, sobre todo si se quiere torear bonito y limpio como se pide hoy en día. Con esa alzada, esos pitones y ese carácter, el toreo de hoy es una quimera. Si que te roce la muleta es un pecado, no hay cielo posible. Aún así Curro logró pasajes preciosos, Ureña -como en Teruel- asentó sus reales y siguió avanzando y Garrido se topó con un imposible de lo más agrio para debutar y se vino arriba con el famoso Huracán de la carrera matinal al que armó la marimorena al estilo Pamplona: las rodillas al suelo, la distancia corta, el corazón grande y la ambición desbocada. A punto estuvo de abrir la puerta grande. De momento la segunda unidad -si me permiten el palabro deportivo-, los jóvenes, crecen en San Fermín. Ahora tienen la palabra los mayores.

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