La revolera

Torear y dar pases

Paco Mora
lunes 19 de marzo de 2012

Tejela cortó una oreja al segundo de la tarde después de darle más de cincuenta pases de muleta. Curro Díaz le cortó otra oreja al cuarto con menos pases pero toreando más, sobre todo con la izquierda…

Tejela cortó una oreja al segundo de la tarde después de darle más de cincuenta pases de muleta. Curro Díaz le cortó otra oreja al cuarto con menos pases pero toreando más, sobre todo con la izquierda. Esta vez no se dejó la muleta en los tobillos sino que alargó el viaje arrastrando el engaño. Aguilar pechó con el peor lote y quiso pero no pudo ni torear ni dar pases. Su fama de valiente sigue incólume.

Hay que hablar de los toros. El segundo de la tarde fue un caso paradigmático de lo que es un toro encastado sin más. Si el torero se ponía en el sitio y le adelantaba la muleta al hocico, repetía una y otra vez  sin solución de continuidad. El toro tenía su distancia y allí había que tragarle sus innumerables embestidas, que no eran boyantes ni bobaliconas pero sí paradigmáticas de cómo embiste un toro con casta si el torero sabe, puede y quiere. Luego, el temple, el ritmo y la cadencia la debe poner el torero. De aquí lo de torear y dar pases.

Nunca criaron los hermanos Lozano el toro de carril. Es el de Alcurrucén un toro al que no se puede perder de vista, y al que hay que ir estudiando tercio a tercio y darle la lidia adecuada hasta llegar a la muleta, con la que hay que saber y querer jugarle sus cartas. Vamos, que son toros con su personalidad a los que no se les puede meter gato por liebre. O se les torea a su manera o se les pega pases. No sé si me explico…

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