23 de agosto de 1985

Triunfo de puerta grande de José Antonio Campuzano en la feria de Bilbao

Redacción APLAUSOS
lunes 05 de septiembre de 2011

Ocurrió el 23 de agosto de 1985. José Antonio Campuzano compartía cartel con Antoñete, que se despedía del coso bilbaíno aquella tarde, y Niño de la Capea, en la lidia de astados de Joaquín Buendía. La tarde fue de principio a fin del torero sevillano, que paseó una oreja de cada toro que lidió y le pidieron con fuerza una tercera antes de ser izado a hombros para salir por la puerta grande.

Campuzano logró el primer apéndice del tercero, uno de los dos buenos toros de Buendía que saltaron aquel día. El animal, según firmó en APLAUSOS Salvador Pascual, “fue muy bueno y además transmitía”. Campuzano “lo recibió con largas de rodillas, lances valientes y su clásico remate con las dos rodillas en tierra. Faena lucida para una casi entera y una oreja”. Pero para Pascual, “lo grande vendría en el sexto. Estuvo hecho un coloso. Tras devolverse el toro de Buendía por una supuesta cojera que nadie vio, saltó un cinqueño del Conde de la Maza con poder y sentido. Cualquier torero se habría afligido, sin embargo el de Gerena estuvo hecho un jabato. Faena de enorme mérito con atragantones y mucho valor llevando la emoción al tendido. No fue una faena de arte, pero sí de gesta. Lo mejor, los pases de pecho. Media estocada y una oreja con petición de otra. Salió a hombros enmedio de la enorme ovación de la plaza puesta en pie”. La corrida de Buendía, compuesta por “seis cárdenos francamente bien presentados, con exceso de kilos y sin excesiva fuerza”, cumplió en varas “tomando tres el cuarto y dos los restantes”, añadiendo sobre el sobrero que lidió Campuzano: “Bien presentado, con cinco años, desarrollando sentido, tuvo mucho poder y problemas dando mucha importancia a cuanto hacía el torero. Tomó cinco fuertes puyazos saliéndose suelto”. Antoñete no tuvo una tarde feliz “con abundancia de sus fans en los tendidos”, mientras que Capea cuajó “pases largos pero sin terminar de caldear el ambiente”, por lo que tuvo que limitarse a saludar una ovación.

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