La revolera

Triunfo y tragedia

Paco Mora
sábado 16 de julio de 2011

Con la corrida de Núñez del Cuvillo más desigual y menos encastada que uno ha visto en mucho tiempo, ha escrito Juan Mora una página heroica a fuerza de seriedad, hombría y naturalidad…

Con la corrida de Núñez del Cuvillo más desigual y menos encastada que uno ha visto en mucho tiempo, ha escrito Juan Mora una página heroica a fuerza de seriedad, hombría y naturalidad para aceptar lo bueno y lo malo del toreo, sin una alharaca ni un mal gesto. Templado, exacto y pleno de torería en su primero, un mansito sin nada que ofrecer para el éxito, se enfrentó a un cuarto, segundo de su lote, que reveló ideas asesinas desde el primer momento. El funo, porque era un auténtico funo, se empeñó en mandarlo al hule, y lo consiguió con una cornada tan por sorpresa como sorpresiva fue la puñalada en el escroto unos momentos antes, mientras Mora lo toreaba por verónicas quieta la planta y erguida la figura. Fue un pitonazo extemporáneo como si le hubiera picado un tábano, que dejó a Juan por unos momentos fuera de combate. El tiempo que tardaron en rellenarle la ingle izquierda con una toalla y vendarle el muslo, porque el de Plasencia siguió en la brecha una vez reparados provisionalmente los desperfectos. El maldito animal, empeñado en mandarlo al hule, le atacó a traición en el final de un muletazo porque hasta para hacerlo cara a cara le faltó casta.

Que El Juli volviera a triunfar, y a salir por la puerta grande con dos orejas de su segundo en el esportón, ya no es noticia. Para que el de Velilla de San Antonio no le corte las orejas a un toro, tiene que hacer lo que hizo su primero; tirarse al suelo y negarse a embestir, porque si sigue moviéndose se va mutilado de las dos orejas al desolladero también. Cinco orejas en dos tardes se lleva El Juli de Pamplona. Castella con su  primer toro no pudo ni pelearse. Manso de solemnidad, le volvía los cuartos traseros haciendo caso omiso de su presencia. En fin, una joyita representativa de lo que no puede ser nunca un toro bravo. Su segundo tampoco le sirvió. ¡Vaya muestrario el de Núñez del Cuvillo! Una escalera compuesta por mansos e inútiles de la que se salvó sólo uno, que tuvo la suerte de encontrarse con El Juli en su camino.

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