Llegados al Cabo de Buena Esperanza de la navegación de alto riesgo que supone cada temporada, conviene sentarse a analizar el desarrollo de lo que llevamos de carrera, como hacia Bahamontes al coronar en solitario el Tourmalet. Lo de Fortes ya es como para comenzar a creer en el mal fario. Tal parece que los toros se hubieran juramentado para buscarle la yugular. Primero fue en Madrid y ahora en Vitigudino, en campos de Salamanca donde no hay plaza de nombre ni traje tabaco y oro, ni siquiera ganadera salmantina. Un pueblecito que lo mantiene en el mapa mayormente aquel mozo de perfil aguileño y espada flamígera que se anunciaba como “El Viti” y atravesaba la puerta grande de Las Ventas casi con la misma asiduidad que la de su casa. Un Viti que creció haciendo carros junto a su padre y maduró tumbando toros a estoconazos junto a la flor y nata de una época gloriosa de la que formó parte importantísima.
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