Venezuela, la Fiesta en tiempos de crisis

No es menos señalar que para el taurino venezolano el asistir a una corrida de toros se ha convertido en un hecho casi imposible. Lo tomamos en cuenta tras los precios que se manejan sus respectivas boletos y lo devengado oficialmente en cuanto a sueldo y salarios en el país.

Como ejemplo colocamos lo sucedido en la pasada cita tovareña: La entrada más económica tenía un coste de 15 dólares, cuando el promedio de ingreso mensual es de 8 dólares, incluyendo bonos; es decir, debes trabajar dos meses para pagar una entrada a los toros, algo inconcebible.

Son por esta razón las paupérrimas entradas que se han registrado en los pocos festejos que a lo largo del año se han llevado a cabo, en especial en enero y septiembre en las ciudades de San Cristóbal y Tovar. Los números no cuadran para una economía tan limitada en estos momentos, para gran parte de la población venezolana, donde la prioridad estriba en sobrevivir con lo poco que se puede lograr conseguir y comprar con estos ingresos per cápita que se vienen percibiendo desde hace poco más de tres años a la fecha en paulatino empobrecimiento..

Otro renglón importante es el hecho que para las mencionadas citas taurinas de comienzos de año no se garantice un toro de lidia acorde a las exigencias que impone el público que paga y el taurino que hace una fuerte inversión por ir a la plaza. En tal sentido la muestra fue lo visto en la pasada Feria de la Virgen de Regla en Tovar, donde se lidió un toro muy terciado, casi rozando los límites de su presencia, a pesar de los enormes esfuerzos que se hacen por mantener los pocos hierros que aún perviven en el campo bravo nacional.

Para tal efecto consultamos la opinión del ganadero de los hierros de Rancho Grande, El Prado y La Consolación, Hugo Alberto Molina, quien nos señala: “Es de verdad un milagro colocar un toro de lidia en Venezuela en cualquier plaza. Los costos de producción no dan la base para su sostén. Muchos de los que quedamos lo hacemos porque tenemos otras fuentes de ingresos para sostener su selección y cría, como por ejemplo el ganado de carne o leche. Los costos no dan la base ni para su manutención, y más en estos momentos que atravesamos”.

Adentrándonos en detalle, el conocido criador de reses bravas deja en claro: “No es rentable porque todo lo que le embarga se puede decir que está dolarizado o si no se mueve en pesos colombianos. Desde los combustibles, medicación y pago de personal que trabaja en las fincas, lo que hace que su producción no sea rentable, y de allí que en los últimos años muchas ganaderías hayan tenido que dejar de subsistir, y solo unos pocos quedemos en esta dura empresa”.

Y es que el listado de ganaderías que han pasado al recuerdo en el campo bravo venezolano viene de largo, con hierros tan importantes en su momento como lo fueron La Carbonera, La Cruz de Hierro, Los Marañones, El Laurel, San José de Bolívar, Rancho Bravo, Santa Fe, Campo Pequeño, La Soledad, La Fundación, sin mencionar otras que han casi desaparecido de los ruedos con esporádicas apariciones como el caso de Tarapío, Tierra Blanca o La Punta, entre otras.

El detalle es que el aficionado que hace el esfuerzo por ir a la plaza quiere y exige que el toro que el ganadero de reses bravas venezolano está llevando a las arenas del país, por lo menos lo aparente, es decir, luzca en su trapío los cuatro años y los 425 kilos mínimos que reglamentariamente se le exige, y con los que debería de lidiarse en plazas de primera categoría, muchas veces “maquillados” en la tablilla, lo que hace que se le pierda seriedad y categoría al espectáculo. Además, las mismas autoridades taurinas municipales se ven obligadas a aceptarlos para su lidia ante la escasez de ganado a la hora de recibir dichos astados en los corrales de las plazas.

Es entonces cuando muchos taurinos y prensa taurina en general debate sobre un delicado asunto donde el dilema es cuál es la solución a corto y mediano plazo, cuando por ejemplo anteriormente se importaba ganado de Colombia, inviable actualmente por los costos que acarrea para el empresario de turno y por ende al aficionado al momento de acercarse a la taquilla.

Si un torero lleva la bandera de Venezuela por el mundo del toro es Jesús Enrique Colombo. El torero tachirense es el único en activo que hace temporada en Europa y copa las pocas ferias que se siguen celebrando en su país de nacimiento. Su irrupción coincidió con la de Manolo Vanegas, pero la grave lesión que sufrió este en la espalda ha dejado de momento a Colombo como máximo representante de Venezuela en la actualidad.

Consciente de las esperanzas que en él ha depositado la afición venezolona, Colombo no duda en apoyar a las ferias de su país: “He tratado siempre de estar allí y de ayudar. Soy consciente de que no es fácil de levantar y de mantener las ferias de mi país. Tampoco podemos perder nuestras tradiciones y nuestras ferias. Cuando ha habido problemas para hacer una feria siempre hemos estado allí para que no se pierda. Creo que es mi deber. Soy uno de los pocos toreros venezolanos que hay en activo y soy el único que torea en España como matador de toros, por eso siento que echar una mano en lo que se necesite es mi responsabilidad. No hay que dejar morir la Fiesta. Es mi deber y el de todos los aficionados que puedan aportar. Es nuestra responsabilidad que todo salga adelante, que los espectáculos sean correctos, que las corridas tengan su seriedad y adaptarnos a la situación del país”.

La brutal crisis económica que está sufriendo el país ha hecho mella en una población que siempre ha vivido con pasión la Fiesta de los toros. “Venezuela siempre ha sido un país muy taurino pero en estos momentos hay otra serie de prioridades. Ahora el público acude a la plaza, no como en los mejores tiempos, pero las tradiciones se mantienen y la gente sigue yendo a los toros. Sí que es cierto que hay gente muy taurina que ahora mismo tiene otras necesidades más urgentes y no puede ir a los toros porque tiene que subsistir, tiene que vivir con lo poco que tiene porque estamos pasando una crisis económica terrible y es lógico que la gente deje de ir a las plazas porque tiene otras necesidades. Ojalá en un tiempo se acabe y la gente pueda volver a llevar la vida que llevaba antes, que era mucho más bonita”.

Colombo no pierde la esperanza: “Hay que esperar que la situación remonte y sea en un futuro inmediato. Lo necesitamos, ya no solo por los toros, que a mí también me hace mucha ilusión, sino por la gente, que pueda llevar una vida mucho más tranquila y que sea más bonita. Hay una generación que necesita que la situación cambie”, desea el torero de San Cristóbal.

A pesar de todo, Colombo siente el cariño de la afición venezolana, que le tiene como referente. “La situación actual no me favorece para desarrollar mi carrera como podría ser en otros tiempos, pero me siento arropado. Además, es vital que haya un torero que ilusione a un país”.