BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Y Manzanares acudió al rescate el día de San Juan

José Luis Benlloch
sábado 25 de junio de 2022
El maestro cortó dos orejas y abrió la puerta grande en Alicante en tarde difícil; Morante abroncado y Aguado frenado por unos toros deslucidos

Y Manzanares acudió al rescate. Obligación de alicantino y obligación de figura. La tarde de San Juan transcurría frustrante, extraña y fuera de guion. Se había programado para el deleite y amargaba por todos los costados. No embestían los toros o peor aún, embestían desabridos y malintencionados. ¿Quién dijo que los toros chicos son fáciles?… Lo serán hasta que dejen de serlo como se vio ayer. Así que es fácil entender que aficionados y público en general se revolviesen inquietos, recurriesen a la bronca como diversión y hasta forzasen alguna ovación de más. Y en ese ambiente llegó el rescate. Sucedió en el quinto, no podía esperar más, era la última oportunidad para que el maestro de la tierra cumpliese con su cita anual, ¡nos vemos en la puerta grande! Unas Hogueras sin un Manzanares atravesando tan honroso umbral, no serían unas Hogueras. Hay que adelantar que no fue la mejor faena de Josemari ante sus paisanos pero fue la faena que cabía. El toro colorado de Álvaro Núñez vino a medio salvar la honra de la divisa en tarde de compromiso y en el momento oportuno. De primeras embistió ordenado de capa y dio esperanzas de éxito y permitió el toreo elegante de su lidiador con el percal. Al último tercio llegó corretón y suelto. El matador lo amarró en toreo por abajo y el toro respondió con las mejores embestidas de la tarde. Una rosa en campo de cardos en el tiempo que duró que no fue mucho. De mitad para adelante cambió el toro, se cansó de embestir, que me voy que me quedo y la faena fue una pelea para que no se largase. Responsable Josemari que no quería que en aquella tendencia a la huida se escapase su triunfo, sacó su cara B, el recurso del torero poderoso que pregonaba su señor padre y mantuvo la tensión. Y como remate puso la rúbrica de un gran volapié. Dos orejas, la honra a salvo y la tradición cumplida, bien pasadas las nueve Manzanares asomaba a la plaza de España desde las alturas de los costaleros.

Manzanares ya había demostrado en su primero que la eficacia puede ser elegante y torerísima. Lo dejó bien a las claras con su toreo de capa a un toro de El Pilar que embistió al capote por los adentros patentizando lo que ya es un hábito/vicio en esa ganadería. Le dejó la tela rosa en la cara, giró sobre los talones, volvió a girar y la tela rosa se convirtió en decreto ley ¡aquí manda el torero! y la composición supo a gloria. ¿Cómo puede parecer tan fácil lo difícil?… A partir de ahí el toro enloqueció en banderillas al punto que obligó a que el matador tomase el mando de la lidia sin que finalmente consiguiese ordenar aquellas embestidas extrañas y desiguales. Lo que no puede ser no puede ser… Media estocada y el toro del Pilar de tan extraño comportamiento, última contradicción, se fue a morir a los medios donde mueren los bravos

Un jabonero primero, breve en trapío y bravura, malaje en su comportamiento, alejado a buen seguro del ideal ganadero dejó a Morante inédito, cuestión que sabiendo cómo se las gasta el de La Puebla con la capa es renuncia la mar de dolorosa. Ante lo cual Morante, presto y eficaz, para qué perder el tiempo, montó la espada y… ¡Ahí se queda usted, prenda, que es un prenda! Eso es lo que debió pensar el de La Puebla que desde el principio lo tuvo claro. Lo mismo que el público que le abroncó con cariñosa fuerza. No mejoró la cosa en el basto y desclasado cuarto. Un cabroncete. Demasiado tiempo le dedicó Morante.

Aguado lució estilo y buen gusto por momentos. Un anuncio claro de lo que nos perdemos cuando no tiene ocasión de expresarse. Su primero, deslucido de salida, distraído, poca cosa y desconcertante, tomó dos varas codicioso y embistió con nervio pero embistió. Aguado lo aprovechó en lo que pudo ser. Recetó sabrosas gotas de sevillanía que pinchó con la espada. Pero lo mejor llegó en su toreo de capa al sexto. Toreó de mimo, muñecas dormidas y pulsos parados. No se puede torear más despacio ni más bonito. Y aquello fue todo, el toro del Pilar de extraño comportamiento e inútil dulzura, dijo hasta aquí y echó la persiana. Otro día será.

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