Ya huele a temporada. Ese aroma a pan nuevo que anuncia el arranque del año taurino. Después de todo el coñazo burocrático/político/taurino y hasta musical de este invierno, musical por la cantinela mil veces repetida de la crisis, después de tanto zascandileo de jerarcas, empresarios y figuras que un pueblo dé sus carteles, sabe a gloria. ¡Por fin normalidad! Ahí están los de Valdemorillo. Tienen citas de interés. Y lo que es muy importante, son fieles a la personalidad de la feria más madrugadora del año. No hay presencias deslumbrantes de esas que por sí mismas tienen cabida en los abonos de ringo rango y en ferias como esta te hacen sentir que están de más, que restan posibilidades a la aparición de nuevos nombres, pero no es una feria mala, quite usted, los que hay le dan jerarquía y son tan capaces como el que más de calentar una tarde de toros en el mismísimo Valdemorillo. También tienen una mácula, diría que como cualquier feria que se precie, la ausencia de los triunfadores del año pasado, de Alberto Lamelas y Fernando Cruz. No se entiende por mucho que me digan que los responsables tienen sus razones o que a usted o a mí mismo nos gusten más los que están.
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