Desde el Sur

La autenticidad de un ganadero

Luis Rivas
domingo 20 de mayo de 2012

Tranquilo y en paz, con la serenidad del deber cumplido, falleció un ganadero auténtico. Un hombre tremendamente campero. Inteligente, asequible y de palabras claras y exactas…

Tranquilo y en paz, con la serenidad del deber cumplido, falleció un ganadero auténtico. Un hombre tremendamente campero. Inteligente, asequible y de palabras claras y exactas. Sabía captar pronto el sentido humano, con una filosofía  personal que llegaba. Siempre encajó sin dramatismo los momentos de sombra que al ser ganadero le correspondió soportar, como cuando algunas figuras de final del siglo pasado y principios de éste, se negaron a torear sus toros. Salvador García Cebada, atento, sencillo, socarrón a veces y  agudo, sabía observar detalladamente cuanto le rodeaba. Tenía una capacidad ilimitada para la crianza del toro de lidia y del caballo, sus dos grandes pasiones. En La Zorrera, en plena campiña de Paterna de Rivera, corazón de la ruta del toro bravo, vivía habitualmente. Allí fraguó su ganadería de origen Núñez y Torrestrella. Precisamente con don Álvaro -no hace falta dar el apellido porque todos sabemos quién fue- tuvo una estrecha amistad como compañero y amigo, al igual que con Juan Belmonte, que en una ocasión le mandó un semental de su ganadería a cambio de una yegua de la que el Pasmo de Triana estaba prendado, según nos contó. Aún recordamos las novilladas sin caballos que lidiaba en los primeros años de la década de los 60 en las plazas de toros de Cádiz y San Fernando. Siempre salían uno o dos jaboneros que tanto gustaban a los aficionados. Algunos toreros que más tarde fueron figuras se foguearon con los “cebaditas” enrazados y exigentes. Ya se vislumbraba la importancia que más tarde adquirieron. Dos toros célebres, entre otros, indultados en Algeciras y Jerez, “Comedia” por Emilio Muñoz y “Pregonero” por Espartaco en corrida concurso en 1986, respectivamente, están en el recuerdo. Aparte de los continuos premios en los Sanfermines, donde su vinculación es imperecedera… A pesar de su avanzada edad acudía a todas las corridas de este rincón y del norte como Pamplona, Bilbao y cosos franceses, donde era tan respetado y admirado por dar a la fiesta  ese toro bravo y encastado, que él solo supo crear. Disfrutó y vivió para el toro y el caballo, en esa entrega y esfuerzo diario. Ahí es posible que resida la explicación de este ganadero a la antigua usanza, de los que apenas quedan, excepto Victorino Martín. Tenía por costumbre Salvador, cada vez que lidiaba en Algeciras, y ya de regreso, hacer una parada en La Montera del Torero, monumento pétreo de la orografía campogibraltareña, para invitar a sus familiares y amigos a un refrigerio. Tras levantar el capó de su vehículo,    donde llevaba “tó bueno”, como dijo un castizo, el festín esteba servido. Un rasgo de su particular generosidad. A media tarde solía acudir a la Venta Pascual en Medina a echar su partidita de dominó con su amigo el también ganadero Juan Torres. Con las primeras luces volvía a su casa campera de La Zorrera, para estar al lado de sus toros y caballos. La herencia que reciben sus hijos Salvador y José es muy valorada en la historia del toreo del pasado siglo. Hay que mantenerla por el bien de  la fiesta. 

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando