Esta es una de esas Pinceladas que nunca hubiese querido escribir. Se ha ido Enrique Moratalla Barba (Albacete, 1947 – Valencia, 2018), un amigo de los de toda la vida, de los que duran, de los que estén cerca o lejos, los veas más o dejes de verlos, siempre sabes que son tus amigos. Amigo y también artista, en realidad un pedazo de artista en todos los aspectos que conlleva el calificativo, para lo bueno y para lo otro, artista con la cámara (en las plazas y en el campo) a caballo de dos generaciones de retratistas como a él le gustaba definir su oficio; artista también con los pinceles y con el lápiz, el mejor que conocí en los apuntes al natural; torero de corazón y aficionado riguroso y pasional, de los que cuesta encontrar hoy día, el tipo al que escuchabas hablar de toros y toreros, de toreros y toros, y le tenías que reconocer el magisterio. Su condición de albaceteño y valenciano le permitía combinar los aires recios y firmes de su tierra y la luz de su Valencia del alma donde eligió vivir. No fue un mestizaje que encontró por el azar, en realidad lo buscó cuando era un veinteañero empujado por su inquietud por ganarle el paso a la vida y ponerle la muleta adelante para que los sueños acabasen embistiendo. Por eso cuando no sucedía, cuando se le esfumaban llevados por los vientos de la realidad con la que reñía con frecuencia, se desesperaba.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2148
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2148 para iPad
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2148 para Android