Sigo en mis trece, declarándome taurino hasta las cachas. Al fin y al cabo todavía no dispone el coletudo Iglesias de un “chip” para implantarlo en nuestros cerebros y robotizarnos para que pensemos como a él le convendría que pensáramos. Porque el hombre en cuestión está abiertamente por el pensamiento único, que tanto ha denostado cuando los que pensaban y podían dictaminar “cúmplase” eran otros. Pablo aspira a una España sin toros, sin convicciones religiosas y sobre todo sin ideas que no sean las suyas. Y con una Constitución de obligado cumplimiento, pero confeccionada por él a la medida de su santa voluntad. Pero no cuenta con que los que no deseamos una España a su imagen y semejanza, puede que no seamos más machos pero somos más muchos.
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