Andrés Luque Gago: plata en el ruedo, oro en la vida

Ha fallecido Andrés Luque Gago, uno de los más grandes banderilleros de la historia del toreo, a la edad de 87 años. Estaba ingresado en el Hospital de San Juan de Dios en Bormujos desde hace algunas semanas, aquejado de una enfermedad que arrastraba hace ya muchos años. La desaparición de Luque Gago supone la pérdida de uno de los toreros más emblemáticos de la segunda mitad del siglo XX y, al mismo tiempo, su fallecimiento deja al mundo de los toros sin uno de sus más preclaros aficionados.

Andrés Luque Gago nació en la calle Feria de Sevilla el 7 de junio de 1932. Fue bautizado en la misma pila que algunos miembros de los Gallo, Juan Belmonte y Antonio Bienvenida. Sus tíos Andrés y Fernando Gago fueron quienes le animaron para que conociera los interiores del mundo de los toros. En 1947 participó en un tentadero en el que coincidió con Manolete, algo que le causó una profunda impresión.

Fue novillero en los tiempos de Litri, Aparicio, Antonio Ordóñez, Jaime Ostos, Chaves Flores y César Girón. No llegó a tomar la alternativa y pronto se hizo banderillero, primero con Curro Girón, para, más adelante, torear a las órdenes de los mejores de su época: Luis Miguel Dominguín, Manolo Vázquez, Antoñete, Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez, Paquirri o Rafael de Paula. Precisamente a las órdenes del torero de Jerez se retiró en Sevilla el 14 de abril de 1986 en una corrida memorable con Curro Romero, Paula y Paco Ojeda.

Una vez retirado fue apoderado de toreros, sobre todo de Rafael de Paula, que tenía una confianza absoluta en el torero del barrio de la Macarena. También fue apoderado de otros toreros, como Domingo Valderrama.

Andrés Luque Gago fue un torero de plata completo. Su actividad en tiempos en los que se exigía a los hombres de plata un gran dominio del capote le hizo ganar prestigio. También fue un excelente banderillero. Esta categoría como torero llevaba aparejado algo fundamental: los toreros como Luque Gago no se hacían notar en la plaza, aunque siempre estaban colocados en el sitio donde era preciso. Durante su vida recibió cinco cornadas graves, la de más importancia la sufrió en Valencia en 1974 toreando con Paquirri. Siempre recordó su tremenda admiración por Antonio Bienvenida, del que dijo que había sido el mejor al que había acompañado, tanto por su calidad torera como por su faceta humana.

Andrés forma parte de un grupo de banderilleros nacidos en Sevilla de una categoría contrastada. Son los casos de su hermano Antonio Luque Gago, Chaves Flores, Antonio Galisteo, El Vito, Luis González, Tito de San Bernardo y su gran amigo del alma, Alfonso Ordóñez.

Toda su torería en la plaza, sin embargo, quedaba casi en pañales con su desmedida afición y su bondad personal. Andrés ha formado parte del paisaje torero de Sevilla en sus tertulias, charlas, coloquios, conferencias, donde siempre surgía su voz oportuna para poner las cosas en su sitio o para aclarar algunos detalles que hubieran pasado desapercibidos. Su afición sin límites la tenía concentrada en su casa de Valencina de la Concepción, allí guardaba un pequeño museo de recuerdos que siempre se mostraba ufano al enseñarlo en compañía de su inseparable Loli Teruel.

Andrés era una buena persona en el más amplio sentido de la palabra. Solo se apasionaba con las charlas taurinas. Fuera de esos momentos, su carácter era de una sencillez y amabilidad sin fronteras.

Hace ya algunos años que la enfermedad le había inmovilizado y ya no frecuentaba los centros taurinos de Sevilla. Hasta poco antes de poder tener capacidad de comunicación fue un taurino elegante y sabio, que además conoció con satisfacción cómo su hijo Pepe Luque Teruel subía al palco de la plaza de toros de Sevilla. Con su muerte, Sevilla ha perdido a uno de sus mejores toreros, que llevó casi siempre un terno de plata, pero que vistió de oro en la vida.

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