RECORDANDO A PEDRÉS

Aquel tentadero en Los Labraos

Pedro Toledano
lunes 06 de septiembre de 2021
Pedro Toledano recordaba a Pedro Martínez "Pedrés" en un escrito publicado junto al reportaje "Pedrés: su distancia creó escuela", de José Luis Benlloch

Mi compañero y amigo Pepe Luis Benlloch, me dice que le va a hacer un reportaje a Pedro Martínez “Pedrés”, y a su ganadería. Conocedor de lo mucho que disfrutamos juntos en nuestra época moza en su finca Los Labraos, allá por tierras salmantinas donde España linda con Portugal, y, sobre todo, sabedor de la estima que le profesamos al bueno de Pedro, me pide una cuartilla para incluirla en su publicación. Me declaro encantado y complacido de hacerlo. Por muchas razones, pero sobre todo, porque se trata de una persona que merece todo nuestro afecto y reconocimiento.

Nuestra aproximación a Pedrés comenzó a fraguarse cuando todavía vestíamos pantalones cortos y tuvimos la satisfacción de asistir a la inauguración de la plaza de toros de mi querido Jaén. Era octubre de 1960, y el maestro de Albacete tuvo el honor de ser el diestro que lidió el primer toro que pisaba el nuevo coso de la Alameda. Ese hecho ya lo apunté en el folio de mis preferencias. Después, por motivos de trabajo, lo vi actuar con frecuencia en el entonces muy activo Coliseo Balear, de Palma de Mallorca. Digamos que fue la época en la que le conocí y admiré como torero.

Pero fue a partir de 1979, formando parte de la empresa de la plaza de toros de Valencia, cuando tuvimos la oportunidad de descubrir que detrás de ese torero innovador, comprometido y muy capaz, había un hombre recio, sencillo, generoso y muy cabal. Lo era hasta el punto de llevar hasta el límite su palabra. Vean por qué subrayamos su condición de hombre cabal: en una ocasión nos ofreció un tentadero a Pepe Luis y a mí. Nos dijo que tenía dos eralas preparadas. Por motivos varios, no pudimos acudir ese invierno y lo hicimos dos años después.

Cuando llegamos a la finca, nos llevó a la placita de tientas para ver las becerras. ¡Horror!, se habían convertido en cuatreñas. Pero pensamos que era una broma. Nada de eso. El hombre había cumplido su palabra. Nos las había guardado, y allí estaban. Después de algunas dudas, el tentadero se echó para adelante y las vacas se comportaron con bondad franciscana, tanta que el amigo Moratalla, que nos acompañaba, pudo lucir su excelente clase como fotógrafo.

Testigos de aquella jornada, además de quienes nos acompañaron desde Valencia, los recordados Antonio Tejada “Canina” y Enrique Moratalla, el aficionado Honorio Mesa, que hizo sus pinitos como aspirante a torero, y, para juzgarnos con criterio, acompañaba al maestro Pedrés quien fuera extraordinario ganadero, José Matías Bernardos “Raboso”. Para nosotros todo un acontecimiento y un recuerdo imborrable.

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