Le he visto varias veces, en el campo y en la plaza; ayer fue la última en San Fernando (Cádiz), y desde los tiempos de Finito de Córdoba (a finales de los ochenta), nunca un novillero me ha había emocionado tanto toreando. Me estoy refiriendo a David Galván.
Sin tener novillos apropiados, mostró una calidad absolutamente excepcional, pues tiene elegancia, profundidad, hondura, empaque, compás y compone como pocos, lo que se traduce en una expresión plástica, estética inconmensurable, arrebatadora.
Todos sabemos que esas cualidades, aunadas en el mismo torero, no suelen ir acompañadas de valentía excesiva, pero en este caso les aseguro que sí. David tiene un valor seco que corta la respiración del espectador. Se pone en un sitio que el novillo no tiene más remedo que embestir y allí se queda, sin moverse un solo milímetro, dando la impresión de que lo hace sin apenas esfuerzo, al contrario, transmite la impresión de que está muy a gusto, que está disfrutando.
El próximo domingo, es decir mañana día 17 de Julio torea en Valencia, y como tenga la fortuna de que, al menos, un novillo le dé algunas opciones la cosa va tener mucha más repercusión; ya lo verán.
No sé si llegará a ser una gran figura, porque eso es muy difícil y depende de multitud de factores, pero David Galván tiene todas las virtudes necesarias, por ahora. El factor suerte es muy importante, como lo es el apoderamiento. Le apodera el hijo de Juan Ruiz Palomares, pero a su lado lleva al maestro José Antonio Ortega “Orteguita”, como director artístico, persona clave desde que empezó a querer ser torero. Si José Antonio continúa mucho tiempo junto a él (ojalá que si), las posibilidades de que sea figura rozan el cien por cien. Suerte a ambos.