El quiebro
J.E. SolerJ.E. Soler

El principio del fin

Ramón Bellver 'El Blanco'
viernes 24 de diciembre de 2010

A falta de pocos días para que finalice el año el análisis del mismo en cuanto a los festejos populares trae pocas novedades. Toros buenos y malos, emoción y fiesta, cogidas leves y graves, etc. Y el declive de un espectáculo, los concursos de recortes.

Los concursos de recortes movían masas y llenaban las plazas, acercaban sobre todo, a gente joven a aficionarse a los toros y se vivía una emoción que en pocos espectáculos se podía vivir. Todo eso se ha perdido, y se refleja en la afluencia de público que ha disminuido de manera considerable. Se suele achacar la razón principal a la crisis, pero creo que hay otros factores que si se cuidaran seguro que ayudaban a mejorar.

La estrategia ha seguir de un empresario en un concurso de recortes es minimizar gastos y sacar todo el beneficio posible, pero no tienen en cuenta que hay gastos inevitables y que algunos se podrían considerar una inversión para mejorar el espectáculo y en consecuencia meter mas gente en la plaza. Hay poco esmero con la materia prima, el toro. Se suelen adquirir ejemplares pasados de edad, toreados e incluso con defectos físicos y por tanto muy baratos. Hay plazas que ni siquiera tienen una parada de cabestros para encerrar los toros, y si alguno le da por no entrar empieza el aburrimiento. Los carteles casi siempre anuncian la frase “los mejores recortadores del momento” sin decir nombres, y si los dicen luego hay demasiados cambios. Falta una imagen de profesionalidad. Ahí están los “forçados” portugueses o los “rasseteaurs” franceses que son un claro ejemplo de seriedad, e incluso alternan su espectáculo con el de lidia ordinaria o rejoneo. Falta romanticismo por parte de los mismos recortadores y sobra competición. En los temas taurinos hay que dejarse llevar por otras cosas y transmitir algo de sentimiento. Y hay ferias que aumentan el número de concursos sustituyendo la calidad por la cantidad, anunciándolos de varias maneras pero en definitiva siendo el mismo evento.

Con todo esto se está quemando el espectáculo, sino lo está ya, y si no se arregla será el principio del fin de los concursos, perdiéndose una oportunidad de mantener una tauromaquia popular moderna que no llegará a antigua.

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