Los aficionados a los toros tenemos la obligación de mantener viva la imagen de los grandes referentes. Una cultura sin memoria sería tan injusta como necia. En realidad no sería cultura. Ese es el objetivo de este reportaje/charla/entrevista, remembranza, como quieran definirla. El protagonista de hoy es Espartaco, uno de los grandes del toreo en muchos aspectos, en entrega sin duda, en su responsabilidad de figura, el hombre que alcanzó una regularidad hasta entonces desconocida aun a costa de mostrar sus carencias como él mismo reconoce en esta charla. Fue uno de los pocos triunfadores que no dejó cadáveres en su trayectoria, un tipo que se hizo de querer, el ídolo próximo, el anti vedette, el torero al que cuesta encontrarle tardes negras. Ahora vive en su Sevilla del alma, donde disfruta del merecido descanso del guerrero dedicado al campo, su otra pasión, rindiendo culto al bravo que tanto le dio y sintiendo el bien ganado cariño de sus amigos.
-Vivimos tiempos en los que los aficionados a los toros no podemos estar tranquilos.
-Sí, el momento taurino invita a la duda…
Esa ha sido la respuesta inmediata de Espartaco cuando le he inquirido sobre la situación que estamos viviendo. Hace referencia a la cuestión política y a las corrientes de opinión adversas y generalizadas que nos hacen pensar que no es precisamente lo más beneficioso para la Fiesta, pero automáticamente remonta el argumentario generalizado y, tal como fue en la plaza, se viene arriba.
-Pero yo creo que el toro tiene muchísima fuerza y que mientras exista la afición hay que ser optimista, sobre todo porque el toreo no tiene colores ni partidos. No es situación para agobiarse.
-¿No?
-No, y no conviene tampoco. Lo importante es que el toro embista bien, que está embistiendo, y que tengamos toreros, que los tenemos, de gran capacidad para entusiasmar. Todo se resume en hacer llegar al público las emociones y los valores del toreo. Y por esa vía hay que llegarle a la gente joven, que es un objetivo imprescindible. Eso sí es importante. Necesitamos que los jóvenes se involucren. La afición no debe envejecer en su conjunto.
-Juan, ¿no te ha tentado nadie para entrar en política?
-No, pero es que además no sería un buen político, no creo que sirviese.
-Se te ve feliz.
-La felicidad completa no existe, pero sí, soy feliz, aunque en la vida hay momentos de incertidumbre y da lugar a que unas veces seas más feliz y otras menos, pero yo doy gracias a Dios porque creo que soy un hombre muy afortunado, así que tengo que reconocerme feliz.
“No es esta una situación para agobiarse. No conviene. Lo importante es que el toro embista bien, que está embistiendo, y que tengamos toreros, que los tenemos, de gran capacidad para entusiasmar. Todo pasa por hacer llegar al público las emociones y los valores del toreo…”
Espartaco habla con franqueza ganadora, le escuchas y le tienes que creer, supongo que porque cuenta verdades, al menos sus verdades, sin atisbo de petulancia y suena a sinceridad, así que servidor le cree.
-Creo que he conseguido mi objetivo como torero y ahora que lo veo en la distancia creo que he tenido muchas oportunidades y muchas opciones de triunfo. Y aparte de la faceta de torero, que es algo que pasa muy rápido, en la vida me siento también muy afortunado por los muchos amigos que tengo y por el cariño que me dispensan. Siento su respeto y eso reconforta mucho a quien ha intentado hacer las cosas bien.
-En eso sí triunfaste. No hay quien diga que lo has hecho mal.
-Eso es lo que quiero más allá de lo que se diga de mí como torero, que mi familia recuerde que intenté llevar toda mi vida un camino recto.
-A propósito, ¿cómo te ves como torero?
-Ahora mismo veo vídeos y no me gusto nunca, no. Nunca me veo bien. Otra cosa son los sentimientos, los logros… de eso sí me siento orgulloso.
-Hablemos de ese aspecto pues.
-Después de todo lo que he toreado, de los esfuerzos que hice, después de mantenerme en los primeros puestos, de intentar ser mejor cada día, teniendo en cuenta mi actitud para corregir defectos… sí me gusto, de eso sí me siento orgulloso como te digo, pero cuando pongo un vídeo me veo un montón de fallos.
-No es una sensación que te afecte a ti en exclusiva.
-Es verdad, lo he comentado con otros toreros y les pasa exactamente igual.
“…Y por esa vía hay que llegarle a la gente joven, que es un objetivo imprescindible. Eso sí es importante. Necesitamos que los jóvenes se involucren. La afición no debe envejecer en su conjunto”
-Siempre se valoró mucho lo bien que caías al público, siempre se habló entre la masa de aficionados de tu valor y siempre me chocó que tú me dijeses que no eras tan valiente.
-Es verdad. Yo lo que fui es un torero de gran responsabilidad. Me sucede lo mismo como persona. Intenté siempre agradar a todo el mundo y ahora entiendo que no a todo el mundo se puede agradar. Muchos creían que era simpático por ganarme al público y no, yo era así en la plaza porque era así en la calle, porque en mi vida personal soy así.
-Eso es una ventaja, eso es bonito.
-Tiene un problema, en la plaza querer agradar siempre te adentra en la vulgaridad. Mi padre me insistió mucho en ese tema. Los toreros no siempre tienen que agradar en la plaza, me decía, en ocasiones hay que tirar por la calle de en medio, porque de lo contrario se ven muchos defectos de ti que de otra manera no se verían. En ese planteamiento de voluntarismo enseñé muchos más defectos de los que realmente tenía. En el toreo hay que salvaguardarse de esas cuestiones pero mi forma de ser no era así, mi condición personal era intentarlo siempre con cualquier tipo de toro y en cualquier situación aunque los resultados que no podían ser de gran brillantez diesen a entender cierta vulgaridad que no se hubiese manifestado si hubiese echado por la calle de en medio.
-Tenía razón tu padre pues.
-Sí pero mi forma de ser era la que era, ya te digo, mi forma de ser como persona era la de intentarlo, la de demostrar que ponía ganas, ilusión, la de renunciar a la calle de en medio y dar todo lo que llevaba. Eso fue uno de mis defectos pero también fue mi gran virtud.
-Que te reconozcan ganas, ilusión, entrega… también es positivo.
-Esa es la virtud de la que te hablo.
-Habíamos dejado atrás la cuestión de tu valor.
-No he sido un torero tan valiente como dicen. Yo no me lo consideraba, pero cuando he tenido que tirar para adelante sí lo he sido y he hecho cosas sobrehumanas. Cuando he tenido que decir hoy es el día, era el día. En ese sentido sí he sido un torero muy valiente, no valiente de espíritu, pero sí valiente de determinación en ese momento.
“No he sido un torero tan valiente como dicen pero cuando he tenido que tirar para adelante sí lo he sido y he hecho cosas sobrehumanas. Cuando he tenido que decir hoy es el día, era el día. En ese aspecto nunca me fallé”
-¿En ningún momento de compromiso te fallaste?
-No. Nunca. Ningún día. Podía estar mejor o podía estar peor, gustar más o gustar menos, pero nunca fallé en ningún sitio. Podía no estar bien, incluso estar mal, pero no fallé en mis convicciones de entrega máxima en cada momento, en cada sitio y con cualquier toro.
-Hay una corrida de entre muchas otras que tuvo una repercusión tremenda y muchas lecturas: la tarde de los seis miuras en Sevilla, que fue un hito entre otras cosas porque hasta entonces ni desde entonces nadie en tu situación de figura máxima del momento había asumido un reto como ese, seis de Miura para un solo coleto en una plaza como Sevilla nada menos.
-Ese fue uno de los días más importantes de mi vida. Fíjate que esa fue una tarde de triunfalismo antes de que llegase la corrida. Todo el mundo vivió el triunfo mucho antes de que se hiciese el paseíllo. Todo el mundo olvidó que la corrida era de Miura y con seis toros, lo que multiplicaba tremendamente las dificultades porque si vas a dos toros siempre puedes resolver de una manera o de otra pero eran seis y se olvidaron de eso, la declararon triunfal desde que se anunció sin reparar la dificultad que se avecinaba.
-¿Qué pasó, cómo lo ves desde la distancia?
-Que se ha valorado mucho más con el tiempo que en el momento. Para mí fue, sinceramente, de las corridas más importantes de mi vida.
-Siempre me comentaste que aceptaste aquella corrida como un reto personal.
-Y es verdad.
Hablamos detenidamente de las sensaciones que experimentó. Lo hemos hecho en muchas ocasiones, tal fue la huella que nos dejó a todos. La gesta, me la sé, tuvo sus antecedentes en una desencajonada en Valencia. Me los relató siempre que salió a conversación aquella tarde y me apetece rememorarlo por lo que tiene de relevante y porque define la personalidad de Espartaco. Llevaba metidos en la cabeza los toros de Miura desde que era un chavalín, desde un desencajonamiento en Valencia. Aquella noche, cuando levantaron la puerta de la jaula y salió andando un miura, cual si fuese un hombre, se fue a un burladero y miró por encima a un tío que había allí. Se asomó, lo miró… y se asustó Juan y todos los que chanelaban de toros que estaban en la plaza. Otro día en Sevilla, otro miura le hizo lo mismo a Currillo por encima de la esclavina del capote, cuando estaba llevándolo al caballo. Esa vez Juan lo vio desde los ventanucos de la Maestranza cuando no tenían barrotes. Esos dos detalles nunca los olvidó y llegado el momento, estando en lo más alto, se planteó el reto de hacer el más difícil imposible. Y aunque en primera instancia no hubo el triunfo que se esperaba, el tiempo, como decimos, ha puesto las cosas en su sitio: despachar seis de Miura con la limpieza y la superioridad con que lo hizo vale para definir a una figura por encima de cualquier otra consideración, porque digo yo que ahí está la plaza y ahí hay miuras para que lo intente quien quiera lucir palmito. El año siguiente volvió a matar Miura en Sevilla, esta vez en terna, y los mató en Linares con toda la carga emotiva que conlleva matar miuras en Linares.
En aquella misma Feria de Abril de 1987, en vísperas de los miura vivía momentos de gloria máxima, recuerdo su Puerta del Príncipe con la corrida de Juan Pedro, fue la número cuatro tras las de 1982, 1985 y 1986. No recuerdo otra imagen tan plástica, tan emotiva, tan religiosa. Nunca un torero se me antojó más un dios como ese día Espartaco portado por tan glorioso umbral. Imaginería hiperrealista, un turbante de dolor y gloria sujetando los puntos de una cornada anterior felizmente fallida de puro milagro, una escolta de caballistas que a aquella hora volvían de la feria, señores, señoritos, feriantes y devotos, terratenientes y guiris, obreros, ejecutivos y aficionados de toda la vida rindiéndole pleitesía, de la Maestranza al Alfonso XIII, le compensaban de toda una vida de esfuerzos y renuncias.
Fue una borrachera de pasiones en el rompeolas mágico de un torero, escribí entonces, todos convocados camino del Alfonso XIII, donde el hijo de un sirviente de Belmonte, el Espartaquito al que Paquirri siempre le auguró brillante porvenir -“Ojo con Espartaquito que un día os sorprende”, decía el de Barbate- iba a dormir en sábanas de hilo. Difícil, digo imposible, escenificar mejor el éxito.
“Los toreros no siempre tienen que agradar en la plaza. Me lo decía mi padre. En ocasiones hay que tirar por la calle de en medio, porque de lo contrario se ven muchos defectos de ti que de otra manera no se verían”
-Si la tarde de los seis miuras fue la más importante (retomo la conversación), la más trascendente supongo que fue la del toro Facultades.
-Por la falta que me hacía, por la ilusión que generó entre los aficionados, que vieron las posibilidades de relanzar un torero que llevaba el temple dentro, un torero con capacidad para, en un momento dado, hacer cosas bonitas y cosas buenas. Aquello generó una confianza en mí decisiva. Se asumió que había un torero con proyección. La repercusión de todo aquello fue muy importante.
-Llegabas de Valencia, de una gran tarde con una corrida de Cuadri.
-Aquella tarde de Fallas no pude cortar orejas, di una vuelta al ruedo, pero fue un toque de atención, el primer aviso de lo que estaba a punto de llegar. Fueron las Fallas de 1985, las recuerdo perfectamente.
-Poco después llegó la puerta grande de Madrid con el toro de Alonso Moreno de la Cova. Así que en apenas mil caracteres de texto que llevo escritos hemos hablado de grandes triunfos con toros de Miura, Núnez, Cuadri, Alonso Moreno… la perspectiva del tiempo pone muchas cuestiones en su justo sitio. No había llegado eso del monoencaste.
-Quizá porque entonces para torear el número de corridas que toreaba había que torear de todo y a mí me tocó ese momento y me tuve que adaptar a esa circunstancia.
-Otra circunstancia a la que debiste adaptarte es la competencia. Viviste una época de grandiosos toreros que el tiempo, como ha sido habitual en el toreo, ha comenzado a valorar. Desde Manzanares, Paquirri, Ojeda, Ortega, Muñoz, Domínguez, Rincón, Yiyo, Joselito, etcétera, etcétera, hasta llegar a la generación de los Ponce y cía, que llegaron con ánimo de relevo, sin olvidar a Curro, representante de una generación anterior a la que también llegaste a sufrir y admirar y por quien siempre manifestaste una admiración reverencial.
-Si yo fui lo que fui, si fui bueno en algún momento, fue gracias a ellos, que me obligaban a superarme acercándome a lo que hacían ellos, pero si tuviese que nombrarte a uno que siempre me sorprendió, ese fue Ojeda.