FIRMA INVITADA

¡Gracias, Toñete! ¡Gracias, ahijado!

José Vicente Felip
martes 22 de septiembre de 2020
Toñete, no me lo has dicho, pero sé que te has matriculado de las asignaturas pendientes de Segundo de carrera y que, al tiempo, has estrenado mesa y ordenador en la sede central de AC by Marriott. ¡Qué grande eres!

Conocí a Toñete el 17 de agosto del 2013. Ese día, bien temprano, cogí el coche en Almassora camino de Alfaro (La Rioja) porque allí estaba anunciado el castellonense Vicente Soler junto a Dias Gomes y Javier Marín –que debutaba con los de castoreño- en una novillada de la ganadería de Manuel Ángel Millares. Corría la lidia del último astado de la tarde cuando Marín se acercó a las tablas para hacer salir a un chaval que estaba a mi lado en el burladero al objeto de brindarle la faena. Ese adolescente, tras oír sus palabras,  derramó lágrimas de emoción. Volvió a taparse con la montera en las manos detrás del burladero y entonces no pude evitar interpelarle por el motivo del brindis. “Javier es un gran amigo. Vivimos en Madrid, aunque me considero navarro, y entrenamos juntos. Yo quiero ser torero”, me respondió.  Pregunté qué tal se le daban los estudios y dijo que “muy bien”, para poco después añadir que no pertenecía a ninguna escuela taurina y recibía las enseñanzas del maestro Ángel Gómez Escorial a título particular. La historia me tocó la fibra y le dije que si la media de sus notas en clase eran superiores al 8, dentro de mis limitaciones, le ayudaría en todo cuanto estuviera al alcance, pero que estudiar era lo primero. Aceptó el pacto e intercambiamos los números de teléfono.

Empezó un nuevo curso en septiembre y algunos días incluso me llamaba o escribía al salir de un examen. O sea, que aquello iba en serio. Entonces tiré mano de los contactos que guardaba en la agenda y llamé a una veintena de ganaderos para pedirles si tenían a bien invitar al chico a tentar. La mayoría me dieron largas y al colgar el móvil pensarían que estaba loco –bendita locura-, pero unos pocos demostraron su generosidad y Toñete, que entonces tenía 16 años, recibió cada invitación de una ganadería como un regalo de los Reyes Magos. Acudí a Javier Castaño, Román y Rubén Pinar para que alguna tarde lo llevaran de tapia. Por aquel entonces yo no tenía acceso a las figuras y, si lo hubiese tenido, al pedirles tal causa, seguro que me hubieran tomado por un chalado… Gómez Escorial peleó por su parte todo lo que pudo. Mucha disciplina en los entrenamientos y Toñete asimilando casi todas las enseñanzas a buen ritmo.

Notas de clase del primer trimestre superiores al 8. Presión para mí, pero me encantaba. Trabajo y más trabajo del chaval cada tarde al lado de Ángel y varias jornadas con Javier Marín, un fuera de serie como amigo. Pero llegó otro muro de piedra en el camino. Toñete no estaba inscrito en ninguna escuela taurina, así que torear una novillada sin picadores era prácticamente imposible por aquello de los intercambios. El pacto estaba sellado y le prometí que si aprobaba el curso con nota superior, su debut de luces iba a ser en la provincia de Castellón. Esta vez el regalo se anticipó y el 19 de abril del 2014, Toñete estrenaba un precioso terno azul para hacer el paseíllo en la plaza de Vinaròs junto a Daniel Menes y Sedano Vázquez. Tengo que agradecer el gesto de Manuel Ángel Millares y Jesús Domínguez al atender mi ruego y organizar como empresarios un festejo que a buen seguro les ocasionaría pérdidas. Toñete triunfó y Javier Marín tuvo el detalle de sacarlo en hombros por la puerta grande ante la atenta mirada de su madre, Candela Palazón, a la que conocí aquella tarde. Después tuve la satisfacción de invitar a toda su cuadrilla a cenar en Les Cases d’Alcanar (Tarragona), donde se disfrutan los placeres de la mesa como en ningún otro lugar de España. Estaba feliz. No puedo negarlo.

Me dijo que su meta era ser figura del torero y para intentarlo debía dedicarse a ello las 24 horas del día, así que aparcaba los estudios. Menudo disgusto cogí porque pensaba, y así se lo repetía, que ambas cosas eran compatibles, pero…

Ya saben, en esto del toro el tren no puede detenerse. Llamé a la puerta de José Pons, por aquel entonces diputado provincial encargado de la Escuela Taurina de Castellón. Buena gente. Tendió su mano y peleó conmigo para anunciar a Toñete en sendas novilladas sin picadores que tuvieron como escenario las plazas de Orpesa y Vall d’Alba, donde conversé por primera vez a fondo con el padre, Antonio Catalán. Me impactó y después de leer su historial, que empezó cuando siendo muy joven tuvo las agallas para fundar el hotel Ciudad de Pamplona y después las cadenas NH y AC, todavía más. Bueno, para este último compromiso en Vall d’Alba, mi ya entonces ahijado taurino había cambiado de maestro y, aconsejado por Enrique Ponce, entrenaba al lado de Manolo Sánchez. Fueron tres festejos en Castellón y Toñete casi empezó a volar sin mirar al Mediterráneo.

Siempre marcando los tiempos que establecía Sánchez, casi tres años después vendría el debut con los de castoreño en Zamora… y nuestra primera –y única- discusión. Me dijo que su meta era ser figura del torero y para intentarlo debía dedicarse a ello las 24 horas del día, así que aparcaba los estudios. Menudo disgusto cogí porque pensaba, y así se lo repetía, que ambas cosas eran compatibles, pero…

Tras la novillada picada en Zamora empezó a conocerlo el mundillo taurino y, al tiempo, llegaban los comentarios intencionados en esa otra pandemia que son las redes sociales. Algo repugnante. Como si el toro hiciera distinciones entre ricos y pobres, cuando esos mismos fariseos anónimos saben que todo aquel que se pone delante del animal más bello del mundo se juega siempre la vida y aún causa más respeto cuando lo hace alguien que tiene el porvenir asegurado. Toñete encajó esos golpes con una madurez impropia a su edad y siguió su camino, el que le llevaría a tomar la alternativa en Nimes en septiembre del 2018 tras crecer a pasos agigantados.

Toñete estaba ilusionado con la temporada, pero sus valores innatos, esos que lleva en los genes, se han impuesto para anunciar la retirada de los ruedos. Hace falta en casa.

Pero la vida es una carrera de obstáculos y este maldito 2020, donde el coronavirus ha sacudido con fuerza las empresas de la familia, nos dejó helados al conocer que su hermano Carlos –Carlitos para Toñete-, muy joven y con tres joyas de hijos, padece una enfermedad agresiva contra la que lucha en Pamplona y Madrid con la misma fuerza que el pequeño de los Catalán hacía en cada entrenamiento. Semanas antes de destaparse la dolencia su padre había dado muestras de la grandeza que le atesora al poner todos sus hoteles a disposición de la Generalitat Valenciana y la Comunidad de Madrid para acoger a pacientes del covid-19. Todo ello sin cobrar un euro y bien que lo sabe el president Ximo Puig.

Toñete estaba ilusionado con la temporada, pero sus valores innatos, esos que lleva en los genes, se han impuesto para anunciar la retirada de los ruedos. Hace falta en casa. Primero para acompañar a Carlos en el sufrimiento y la esperanza de que la ciencia descubra pronto un fármaco capaz de mejorar su salud. Y después con su padre, para reconfortarle en el dolor que atraviesa su alma y pueda verle transformado en un empresario de éxito, que lo será más pronto que tarde. Toñete, no me lo has dicho, pero sé que te has matriculado de las asignaturas pendientes de Segundo de carrera y que, al tiempo, has estrenado mesa y ordenador en la sede central de AC by Marriott. ¡Qué grande eres!

No me lo has dicho, pero sé que te has matriculado de las asignaturas pendientes de Segundo de carrera y que, al tiempo, has estrenado mesa y ordenador en la sede central de AC by Marriott. ¡Qué grande eres!

Antonio Catalán padre, al que no conocía hasta aquella tarde en Vall d’Alba, cuando andaba yo metido de lleno en esta aventura junto a su hijo menor, es un empresario notable que cuenta con el respeto del mundo empresarial dentro y fuera de España, de los sindicatos y la clase política, sean de izquierdas o derechas. Pero ante todo es un padre extraordinario, capaz de formar una piña envidiable con toda su extensa familia. Y encima destaca por su bondad, esa que le llevó a poner su dinero y el de Pepe Moya (El Parralejo) –buena persona y buen cristiano que también está llevando con resignación un contratiempo– encima de la mesa para salvar de la quema a la empresa que rige los destinos de la plaza de Las Ventas en Madrid. Todavía no sabía cómo se las gastan algunos en este mundillo y además eligieron mal compañero de viaje. Quizás este desengaño también ha pesado en la decisión de Toñete, pero aquel niño que encontré en Alfaro en el 2013 me ha dado toda una lección. ¡Gracias, Toñete! ¡Gracias, ahijado! En Castellón siempre tendrás un amigo.

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