TARDES PARA EL RECUERDO

Gran triunfo de Litri en el prometedor doctorado de Ordóñez en Las Ventas

Redacción APLAUSOS
martes 29 de junio de 2010

El 28 de junio de 1951 -este domingo se cumplen sesenta y nueve años- Julio Aparicio, en presencia de Miguel Báez “Litri”, convertía en matador de toros a quien estaba llamado a marcar poco después una época del toreo. El toricantano dejó buena impresión pero no cortó orejas, algo que sí hicieron sus compañeros de cartel: Aparicio paseó un trofeo y Litri tres tras una actuación apoteósica. Así lo contó El Ruedo.

El festejo era a beneficio del Montepío de la Policía. La plaza se llenó al reclamo de la repetición de tres toreros que habían triunfado recientemente en Madrid: Litri y Aparicio, como matadores, y Ordóñez, que había sorprendido como novillero en San Isidro. “Lo que de Antonio Ordóñez sí puede asegurarse es que aptitudes y conocimientos no le faltan”, rezaba la crónica que en El Ruedo firmaba su director, Manuel Casanova, con el pseudónimo de Emecé. El cronista escribía: “Está, ¡ay!, ya lejana la fecha en que el maestro Gregorio Corrochano alentaba a Cayetano Ordóñez ‘Niño de la Palma’ a raíz de una novillada en Sevilla, diciéndole: ‘La Fiesta será lo que tú quieras que sea’. Remedando tales palabras, nos atreveríamos a dirigir a Antonio Ordóñez estas otras: ‘Tú, muchacho, serás en el toreo lo que tú mismo quieras ser; de tu decisión depende”.

El lote de Galache que correspondió a Ordóñez no dio mucho margen para el lucimiento: “El primero se agotó en los primeros pases y el sexto, de tan huido, acabó peligroso”, puede leerse en la crónica, que dice también: “Lo mejor que hizo Ordóñez en su primero fueron unos pases ayudados por bajo, modelos de temple y de mando, que se aplaudieron. Eran el tanteo de la faena que se aguardaba. (…) La faena al sexto, si no lucida, fue francamente buena. Ordóñez tiró del toro con maestría y con ahínco, aguantando, impávido, alguna que otra tarascada. Porfió una y otra vez, adelantando la muleta por si lograba que el de Galache se encelara. Si esta vez, en que el público estaba de nuevo con él, acierta con la estocada, los aplausos que sonaron prolongadamente cuando Ordóñez abandonaba la plaza hubieran sellado un triunfo indiscutible”.

Aparicio paseó un apéndice. Del torero madrileño dice la crónica: “Aparicio, que había toreado muy bien y sosegadamente con el capote, aprovechó el lado izquierdo bueno que tenía el de Galache y por ahí desarrolló una labor estimabilísima a base de tandas de naturales con la izquierda, sin soluciones de continuidad, en el centro del ruedo y en círculo cada vez más apretado. Una bella teoría de faena llevada a la práctica con pulso, fundamento y elegancia”.

Sobre el gran éxito de Litri, que sumó tres orejas y fue sacado en hombros, dice: “Volvió a triunfar de manera rotunda; volvió a estremecer con sus arranques y sus alardes de valor extraordinario; volvió a cortar orejas -dos en el primer toro suyo y una en el quinto- y volvió a salir en hombros. Para Litri, y aquí sí que sobra toda discusión, está todo resuelto y bien resuelto. Parece innecesario añadir un elogio más a los que ya vuelan con aire de leyenda por espacios más amplios y hasta alejadísimos del ámbito taurino. Cabrá la controversia, y hasta será necesaria para hacer más sólido el pedestal de su fama acerca de uno u otro estilo, del toreo lento o del toreo rápido; pero lo que ya nadie podrá dejar de reconocer es el hecho, el suceso, el fenómeno que Litri, de manera explosiva, ha provocado. (…) Acabada la corrida -concluye la crónica-, bramante mientras toreaba de muleta Litri, con sus naturales citando desde lejos, y sus molinetes de rodillas y sus manoletinas mirando al tendido, el de Huelva salió en hombros y a la calle. Que aunque parezca una misma cosa, es distinta. Hay toreros que salen en hombros; pero ya fuera, la calle apaga prontamente el eco de los aplausos. Para Litri, en cambio, la calle es la caja de resonancia que amplifica y lleva el eco a parajes ignorados y remotos”.

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