La Revolera

Ha nacido una estrella

Paco Mora
martes 13 de diciembre de 2011

Vi por televisión el debut de Juan Pablo Sánchez  en el embudo de Insurgentes. Hacia mucho tiempo que no había disfrutado tanto con el arte, cadencia…

Vi por televisión el debut de Juan Pablo Sánchez  en el embudo de Insurgentes. Hacia mucho tiempo que no había disfrutado tanto con el arte, cadencia y profundidad del toreo auténtico, de ese toreo que justifica el reconocimiento de la lidia del toro bravo como ARTE con mayúsculas. Hay que cuidarlo porque ese torero puede ser el gran faro que ilumine al toreo mexicano, tan necesitado de una figura que lo ponga en el sitio que lo pusieron Gaona, Armillita, Arruza, Silverio, Garza, Manolo Martínez y todos los que se midieron de igual a igual con los astros de la tauromaquia española.

Y cuando digo cuidarlo no estoy pensando en que lo hurten de los carteles con el toro encastado, bravo y repetidor, sino que quienes dirigen su carrera se acuerden de aquello que decía Marcial Lalanda: “Hay ocasiones en las que el traje de luces, donde más gana es guardado en el armario”. Si Velazquez, Goya, Tiziano, Rafael, Fortuny y Sorolla hubieran pintado en papel de embalar y con anilinas seguro que sus obras no habrían resistido el paso del tiempo colgadas en las paredes de los museos, donde se las admira y se las seguirá admirando por los siglos de los siglos.

Si la carrera de Juan Pablo Sánchez no se tuerce por avatares ajenos a sus innatas condiciones para ser un torero cumbre, podemos tener los aficionados al buen  toreo un ídolo de primera magnitud. Ya lo había visto de novillero y me impactó. En su debut en La México, me subyugo. ¿Qué vamos a hacer si a uno le gusta lo bueno de verdad?

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