El palco

La emoción en el Toreo

Rafael Comino Delgado
jueves 17 de febrero de 2011

En las tardes de corrida es frecuente oír decir a los asistentes, ¡a ver si hay suerte y nos divertimos esta tarde! Con todos mis respetos para quien así se expresa (y no quiero decir que sea incorrecto) divertirse es lo que hace uno en el circo o en un show de humoristas…

En las tardes de corrida es frecuente oír decir a los asistentes, ¡a ver si hay suerte y nos divertimos esta tarde! Con todos mis respetos para quien así se expresa (y no quiero decir que sea incorrecto) divertirse es lo que hace uno en el circo o en un show de humoristas, por ejemplo, pero a los Toros no se va a divertirse, se va a emocionarse, con lo cual también se disfruta, y mucho… A veces la emoción, en general, alcanza gran intensidad y se llega al llanto, lo cual indica que el alma está sonriendo.

Pues bien, en los Toros nos emocionamos por dos razones: a) Por su belleza plástica, que es arrebatadora cuando hay compenetración entre toro y torero y se logra torear a compás, como si se estuviese haciendo al ritmo de una música; b) Por el riesgo que conlleva torear, pues realmente el torero está poniendo en muy serio peligro su vida. Este tipo de emoción no se da en ningún otro arte, sólo en el Toreo. Es el único arte que necesita ser validado, legitimado, con el riesgo.

Unas veces predomina un tipo de emoción y otras, el otro, pero también hay ocasiones en que pueden darse a partes iguales, ello dependerá del torero, de que esté más o menos inspirado ese día, y del toro que tiene delante, puesto que no a todos los toros se pueden hacer faenas muy estéticas. Sabemos que, generalmente, en las ferias suele haber una, o  varias, corridas de las llamadas duras en las que nos emocionará, fundamente, el toreo de valor, de poderío, de riesgo y también hay otros carteles, llamados de arte, en que esperamos ver estética y plástica.

Pero es necesario dejar muy claro que ambas emociones son necesarias en el toreo, para mí arte único, sublime. Tan es así que cuando vemos un matador muy poderoso, con gran maestría y facilidad, aquello pierde emoción porque da la sensación, a los asistentes, de que lo que está haciendo el torero lo podrían hacer ellos. De Rafael Guerra “Guerrita” la gente decía precisamente eso, que cuando él toreaba no había emoción porque la posibilidad de una cogida estaba descartada, de tanta seguridad como  transmitía. Esto también ocurre cuando el toro tiene poco trapío, poca casta y poca fuerza. Ello nos lleva a preguntarnos, ¿es que la gente quiere que el torero sea cogido?; pues entiendo que no, pero sí quiero recordar una frase, a mi entender muy acertada, de José Moreiro (escritor portugués) que decía “el publico no accede a la plaza con el deseo de que la muerte del torero ocurra, sino porque puede ocurrir. Y en este desenlace, siempre posible y amenazante, reside la esencia de la Fiesta”; es decir, que la gente no quiere que el torero sea cogido pero quiere, al menos, tener la duda de si lo será.

Por tanto la emoción que experimentamos en el Toreo es doble, mayor que con cualquier otro arte. Tan es así que don Marcelino Menéndez Pelayo exclamó, tras presenciar una gran estocada de Guerrita, "¡esto tiene más emoción que todos los dramas de Shakespeare  juntos!".

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