Lo de Rafaelillo y Escribano es de gran mérito, porque lo han hecho mientras otros toreros que tienen mucho más que agradecerle al toreo que ellos, se esconden detrás de la mata para no comparecer en esta Feria de Julio que se nos marcha por el desagüe Dos toreros se han jugado heroicamente la vida en esa Feria de Julio de Valencia que fue santo y seña del “verano peligroso” del toreo, en versión de Ernest Hemingway. Rafaelillo y Escribano, dos toreros de una pieza, han estado en la línea de fuego toda la tarde, haciendo honor a la historia de la citada Feria frente a una corrida de Miura que, salvo ese lunar que salió en segundo lugar y fue devuelto a los corrales porque desentonaba mucho de sus cinco compañeros, se ha comportado como corresponde a la leyenda de la ganadería de Zahariche. Toros que son siempre un peligro latente y ante los que confiarse puede costar la vida. El de Murcia y el de Sevilla han estado a punto de pagar cara su entrega y afán de triunfo, pero ninguno de los dos ha retrocedido ni un paso en su fama de toreros que dan todo lo que tienen.
Y lo de Rafaelillo y Escribano es de gran mérito, porque lo han hecho mientras otros toreros que tienen mucho más que agradecerle al toreo que ellos, se esconden detrás de la mata para no comparecer en esta Feria de Julio que se nos marcha por el desagüe. Feria que fue grande, la más grande, porque desde Lagartijo, Frascuelo y Guerrita, Joselito, Belmonte, Marcial Lalanda, Granero, Domingo Ortega, Manolete y Luis Miguel y luego Aparicio y Litri, todos hacían el paseíllo dos, tres y cuatro veces en la plaza de Monleón cuando apretaban los calores. Y no se les caían los anillos.
Ponce, El Juli, Perera, Morante, Manzanares, Talavante y todas las figuras señeras deberían seguir el ejemplo de los toreros citados, si les importa algo la salvación de la Feria de Julio para el calendario taurino español. Quizás sean muchas las causas que nos hayan conducido hasta el desplome de esta tradicional Feria, pero la falta de compromiso con su supervivencia que evidencian las citadas figuras no es la menos importante. Es muy retorcido hablar de la crisis del toreo y no responder a los ataques que recibe por todos lados más que con razones crematísticas y de comodidad ganadera. La historia siempre pasa factura, y la que tendrán que pagar aunque ya estén retirados y ricos, los que ahora miran para otro lado sin hacer el mínimo esfuerzo para salvar una feria que es patrimonio de la Fiesta, puede que sea la más gruesa. La Historia es muy tozuda y una vez escritos, sus renglones ya no hay quien los borre.