Los samueles, los toros de don Samuel, los samuelones, los toros de acongojante arboladura, mazorca gorda, badana impresionante, manos cortas y penca partida, puro ibarra/parladé en su encaste actual, llevan camino de los cien años de leyenda. Un siglo de bravura con sus obligados toboganes de triunfos y disgustos, con sus tardes, temporadas para ser más justos, décadas diría, de gloria y también sus momentos de bajón. Tiempos hubo en los que las figuras suspiraban por los toros de don Samuel, Luis Miguel, El Cordobés, Dámaso, Manzanares, Ponce… y años en los que quienes suspiraban por los samueles eran los aficionados en lo que es sin duda un viaje apasionante de una acera de la tauromaquia a otra, tránsito que en las grandes ganaderías dictan los sementales de cada momento.
– Una docena de toros en el Cercado de San Antón, todavía por hacer sus culatas, impresionan por sus arboladuras y en el Cercado de la Casa, otro lote de toros sin perder seriedad enamora por sus hechuras. No hay más que esos, la infertilidad del semental Azucena diezmó las camadas
– En El Palomar abundan como está mandado en la casa los mulatos y chorreados, las frentes rizadas, los pitones acucharados, la mazorca gruesa, la gorja prominente y la penca partida, esa especie de hachazo trasversal en el nacimiento del rabo…
– “Si un toro no humilla es imposible que tenga finales, si va con la cabeza a media altura se va enterando de todo. Para poderle pegar diez o doce tandas sin que se dé cuenta de que el torero está allí, el toro tiene que ir humillado, eso es fundamental”
– Quienes trataron a don Samuel lo catalogan como un gran trabajador, muy austero y también ahorrador. Un hombre de campo, nada presuntuoso, con una filosofía muy práctica. “No sabía las acciones que tenía en el Banco Central pero sí cuántas vacas había en cada cercado y con qué toros estaban”
– Pío fue un mayoral legendario. Poseedor de una voz potente y una gran fortaleza física que hacía que sobresaliese sobre todos. Tenía un gran sentido del liderazgo y un conocimiento extraordinario de la ganadería. Siendo mayor surgieron diferencias entre él y don Samuel y se produjo lo que nadie había podido imaginar
– “Tanta confianza en su ganadería tenía mi tío que seguramente se confió en exceso. Yo creo que pasó a ver las becerras como un abuelo ve a un nieto en vez de como un padre ve a un hijo, que es como debe ser. Además, murieron algunos sementales y llegó el bache de finales de los sesenta”
Lea AQUÍ el reportaje completo en su Revista APLAUSOS Nº 1937