La pincelada del director

Las Fallas de Luque

José Luis Benlloch
domingo 24 de marzo de 2013

Se acabaron las Fallas. Las Fallas de la crisis. Las Fallas del frío. De la tele. Las de los agravios. Las de los despropósitos presidenciales. Por cierto, ¿preguntar es ofender, despropósitos buscados, facturas personales?… Las Fallas de bien está lo que bien acaba. Pero también las Fallas de Luque, sobre todo de Luque por el salto que ha dado. Esas tres orejas cuando ya pensábamos que habíamos visto todo lo que teníamos que ver, el no amilanarse después de cómo habían estado los mayores, ese capote, en realidad medio capote, la templanza, en realidad la capacidad de frenar los caballos desbocados de la juventud para torear pausado, la fortaleza de ánimo para dar la cara con el toro/torazo de Jandilla que le apareció como sobrero como se aparecen las vírgenes -perdón por la irreverencia- para mayor gloria propia y de la ganadería que ya había echado una gran corrida la víspera y acabó de ratificar el buen momento que vive la divisa de Borja, todo eso y más acabó elevando a Daniel a las alturas y convirtiendo las Fallas del 13 en las Fallas de Luque. Esa feria siempre fue trampolín de gente joven, así que a nadie le puede extrañar, lo extraño eran esos años, demasiados, en los que acababan las Fallas y la torería, jóvenes y veteranos, se iba para casa sin haber avanzado, lo que equivalía mismamente a retroceder. Pero también fueron las Fallas de Morante por mucho que Morante no necesite de trampolines ni sea cosa propia de Morante estar más arriba o más abajo. Él, con mejor o peor punto, está donde debe estar en el cielo, donde Morante y el resto del santoral de la Tauromaquia, el caso es que en Valencia, buena química desde el mismo día que debutó, cuajó una faena de ensueño y no les cuento más porque este mismo Aplausos y el universo periodístico está lleno de reflexiones sobre Morante en Valencia, de piropos y ensayos, en prosa y en verso, de ditirambos y apologías varias, todas ellas, hay que reconocerlo, justas o en todo caso tan desmedidas como la propia faena de Morante.

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