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Lo de Cebada tampoco

La corrida de Cebada Gago, bien presentada y magníficamente artillada, ha acusado la epidemia de falta de casta que aqueja a la ganadería de bravo española, de la que se salvan muy pocos hierros. Al sexto, único que se movió con cierta codicia, le debemos la faena más brillante de la tarde, obra de Antonio Nazaré, premiada con una justísima oreja que vino a reconocer el conjunto de la obra del andaluz, que se ha mostrado como un torero de fina sensibilidad y eficaz estoqueador.

El local Francisco Marco, pese a su voluntariosa honestidad, deberá continuar con su odisea de los Apeninos a los Andes en busca de la sonrisa de la Diosa Fortuna. Marco fue compensado en su segundo con una inesperada oreja que hizo más méritos para conseguir en el primero, y que los asesores aconsejaron a la señora presidenta que no concediera. No obstante recogió el afecto de sus paisanos, insuficiente como carta de circulación en el escalafón. Deberá seguir esperando y desesperando.

Morenito de Aranda continúa consolidando su posición de eterna promesa persistiendo en su estilo preciosista, si bien con cierta superficialidad, pero que anima a los públicos a seguir esperando del burgalés lo mejor, que sin duda, dada su madurez, conseguirá cuando le salgan toros colaboradores y con mayor recorrido y rendimiento. Tampoco es que los dos toros que sorteó le ayudaran demasiado, por la circunstancia apuntada al comienzo. El “alcalde del sol” volvió a saltar al ruedo un año más con su chistera y su pantalón corto (ojo que no es cuestión de recortes sino una tradición de 35 años), para colocarle a los triunfadores el pañuelo rojo al cuello.

En fin, una tarde en la que la mayor esperanza de diversión radicaba en el ganado y que de no ser por algunos momentos de Marco y Morenito, y sobre todo por la muy respetable actuación de Nazaré, hubiera sido de bostezo generalizado.