ENTREVISTA
Inconfundible la imagen de la catedral de Salamanca al fondo, desde las magníficas vistas del Hotel Hospes Palacio de San Esteban. Foto: Menacho.Inconfundible la imagen de la catedral de Salamanca al fondo, desde las magníficas vistas del Hotel Hospes Palacio de San Esteban. Foto: Menacho.

López Chaves: Una vida del arrojo a la templanza

José Luis Benlloch
miércoles 13 de septiembre de 2023
Un hombre conformado con el rol que le ha deparado la tauromaquia, ni un reproche a la dureza que le reservaron las circunstancias; al fin y al cabo, se torea como se es

Se diría que no tiene cifras de estrella y es verdad, pero veinticinco años de matador y los previos en los que siempre gozó del respeto general, valen por toda la gloria, por lo que no miden los números. Domingo López Chaves, charro de Ledesma, cuestión me aseguran que imprime carácter, matador de toros bien querido, de oficio largo y mucha franqueza ante los toros, la misma con la que tranquea por la vida; valiente sin alharacas, al fin y al cabo, se torea como se es; cero altivez, conformado con el rol que le ha deparado la tauromaquia, ni un reproche a la dureza que le reservaron las circunstancias, ni pizca de ansiedad por no haber figurado más en el entramado ferial y no es cuestión que se pueda considerar conformismo sino realismo y serenidad, condición que forma parte de su acervo más personal. El caso es que Domingo ha anunciado que se retira de los ruedos, que no del toreo, y la afición se ha puesto a reconocerle lo dicho y más. Nunca es tarde.

-Veinticinco años después de aquella alternativa en su Salamanca del alma llega un punto y aparte en la vida de Domingo.

Más que un punto y aparte, es un punto final.

-Cuidado con esas afirmaciones que en los toreros…

Yo lo entiendo como un punto final. Ese es mi sentir.

-Las retiradas de los toreros, insisto…

Sé a que te refieres y sí, con frecuencia toreros que se retiraron los volvemos a ver en la plaza. Es normal. Se añoran muchas cosas. Es que la vida de un torero se ha basado en el toro de una manera absoluta, muy envolvente, y no debe de ser fácil renunciar a ello y llega la añoranza. En mi caso, desde que tengo uso de razón he estado toreando, veinticinco de alternativa, cinco de novillero, son muchos años en los que el toro ha sido mi referencia vital pero aun así me reafirmo en lo dicho, es un punto final.

Foto: Menacho.

-¿Cómo piensas tapar ese vacío?

Yo creo que eso no se puede tapar. Las sensaciones que tiene un torero a la hora de vestirse de luces no se pueden tapar, no hay nada en el mundo que te disimule ese vacío. Un tentadero no compensa el miedo de una corrida de toros ni la responsabilidad de una plaza importante. Yo me agarraré a la familia, a mi mujer, al campo, a la pequeña ganadería que tengo, a los amigos, a una mayor dedicación si cabe a los míos.

“El toro siempre tiene cuatro o cinco años y el torero cada año tiene uno más. Yo tengo cuarenta y cinco, y prefiero irme en plenitud, con el reconocimiento de aficionados y profesionales”

-¿Echar de menos los miedos a la plaza, al toro?

Sí, esa es una sensación real y adictiva en los toreros.

-Para que quede claro… ¿Te da miedo el no tener que pasar miedo?

Mucho. Aún no me creo lo de la retirada, pero tenía que ser ya. Todo tiene un principio y un final, y hay que saberlo ver. Hay que tener valor para decir hasta aquí.

-¿Cuál fue la señal?

La soledad previa a una corrida de toros en Francia. Estaba solo en la habitación y salí a dar un paseo, y fue en ese ratito cuando me pasó por la cabeza la idea de la retirada. Me chocó a mí mismo teniendo en cuenta que nunca jamás había pensado en esa posibilidad, ni siquiera en los momentos en que menos toreaba lo había pensado. No me pareció descabellado, al contrario, y me dije, sí, por qué no, lo dejo ya. Aquel pensamiento fue toda una novedad para mí. Fíjate que había pasado por momentos muy difíciles en los que apenas toreaba nada, pero estaba alimentado por muchas cosas o es que quizá mantenía la fe en que todavía podía estar en las ferias, pero esa tarde en Francia… Los días siguientes le seguí dando vueltas a la cabeza y entendí definitivamente que era el momento.

-Hay que entender que has perdido la fe o la ilusión cuando en realidad es ahora cuando estás en las ferias.

No, no. La ilusión siempre la he mantenido muy viva. De hecho, en las corridas de toros que he toreado después de tomar la decisión de dejarlo estoy disfrutando más que estos años atrás. Cada paseíllo está siendo un adiós de esa plaza, de los aficionados, de algo que ha sido todo para mí y eso me conmueve. A un torero le cuesta perder la ilusión, que es algo que necesariamente tiene que estar patente. Puedes estar más motivado o menos, pero la ilusión siempre está ahí, siempre está la esperanza de lograr la tarde soñada y esa cuestión la llevas incrustada en tu mentalidad. Yo estoy muy ilusionado en estos momentos.

-¿Entonces?

Soy consciente de que estoy veinticinco años de matador, que el toro siempre tiene cuatro o cinco años, que el torero cada año tiene uno más. Yo tengo cuarenta y cinco, y prefiero irme en plenitud, con el reconocimiento de los aficionados y el respeto de los profesionales, de mis compañeros, de los ganaderos…

-Ponle nota a este tiempo de torero.

A nivel personal he logrado más de lo que soñaba. He pisado prácticamente todas las plazas importantes de España y de América, he estado en las ferias que es algo muy difícil, porque ser matador es difícil, pero estar en las ferias lo es aún más, he conseguido tener el respeto de los aficionados… Le pondría un notable.

-¿Y qué nota le pondría Domingo al torero López Chaves?

La misma que sacaba en la EGB, un insuficiente.

-¿Pero tú no eras buen estudiante?

No, no. Era buen compañero, un chico respetuoso, buena gente, pero buen estudiante no. No me dio Dios la virtud de los libros.

-Dureza, alegría, sinsabores… qué sensaciones han prevalecido en esos veinticinco años.

Ha habido de todo. Hubo mucha dureza, pero esos momentos siempre estuvieron acompañados de la ilusión por remontar. Luego cuando llegaron los momentos bonitos que también los hubo, los disfruté mucho. Ha sido una carrera tan larga que he podido saborear todos los sabores, pero si hacemos un balance y lo ponemos en una balanza lo que más pesaría es la dureza.

-¿Injustamente?…

No, justamente. Cada torero está donde se merece. El que ha empezado en las corridas difíciles y ha tenido capacidad se superar todo lo que significa eso, ha logrado cambiar su suerte. Luego hemos estado los que no hemos tenido esa capacidad, pero hemos podido mantenernos. Yo doy gracias a Dios de estar en ese sitio porque siento que es un sitio importante y necesario en los toros.

-¿Necesario dices?

Sí porque hay aficionados a los que les gusta ver torear bonito digamos y gente a la que le gusta la pelea entre toro y torero. Yo me siento un privilegiado por haber resistido en ese sitio, feliz de ese encasillamiento, pero sí, es verdad que hay mucha dureza.

-¿Y no suspirabas en escaparte de ese territorio?

Como siempre fui consciente de mi realidad sabía que yo no podía pelear en la otra liga. Sabía que no podía pelear con los grandes y era consciente de que mi sitio estaba donde ha estado, donde me lo gané y donde lo merecí, en las corridas duras que fueron las que me lo dieron todo. Alguna tarde en especial sí me gustaba estar rodeado de las grandes figuras, pero eso…

-Eso es entreguismo y tú eras un valiente capaz de plantarle cara a esos torazos con los que te tocaba lidiar.

No es entreguismo. Soy un valiente como dices, consciente de sus limitaciones. Realista.

“En mi carrera he podido saborear todos los sabores, pero si hacemos un balance lo que más pesaría es la dureza”

-¿Limitaciones dices?

Todos tenemos limitaciones, yo sabía los límites de mi toreo, de mi técnica, del pellizco que dicen, de mi arte o no arte… soy consciente de todo ello. Nunca tuve pájaros en la cabeza y supe de mis momentos buenos y de los otros, de cuándo he apretado y cuándo no, he sido consciente de todo eso y me voy con la cabeza muy alta. En mi circuito estar ahí arriba y ser respetado por mis compañeros es algo que me enorgullece.

El secreto del toreo

No tiene contadas las corridas que ha toreado a lo largo de su carrera, con seguridad más de trescientas, convenimos. Se declara nada supersticioso en esta charla y vive las vísperas del adiós con deleite y orgullo, saboreando la admiración y el respeto de compañeros y público, despidiéndose de plazas tan importantes como Bilbao o tan entrañables para él como la de Ledesma, con la entereza de la que siempre hizo gala. Y como detalle me cuenta que ya tiene decidido el terno de la despedida, el mismo azul cielo y oro con el que tomó la alternativa al que no han tenido que hacerle más arreglo que un cambio de punto, porque cuenta orgulloso: “Estoy más fino que hace veinticinco años”. Y puestos a recordar la gente clave en su carrera no lo duda, la familia y su pueblo de Ledesma.

-Iba a preguntarte aquello de si lo sé no vengo, pero después de oírte siento que estás encantado de haber venido a este planeta toro.

Tanto que si volviese a nacer me alistaría en la misma carrera. Me voy feliz y pleno. He toreado en los sitios más importantes, donde soñaba y en donde no siempre se logra por mucho que lo sueñes. Yo lo logré y lo disfruté.

“Cada torero está donde se merece. El que ha empezado en las corridas difíciles y ha tenido capacidad de superar todo lo que significa eso, ha logrado cambiar su suerte”

-¿Qué te ha quedado pendiente?

Cortar alguna oreja en Madrid. Ya no te digo abrir la puerta grande, que también, claro, pero sí cortar alguna oreja. Te hablo como matador de toros que como novillero sí conseguí salir por la puerta grande en 1998 pero después de la alternativa me faltó eso. Cuajé faenas importantes, pero siempre quedaron pendientes de rubricarlas con la espada. Me queda ese rescoldo íntimo y el de no haber podido despedirme de una tierra a la que tanto quiero como es México.

-Para eso todavía estás a tiempo.

No. Ya no hay tiempo, ya es tarde.

-¿Qué buscabas cuando dijiste que ibas a ser torero, pasta, fama, relevancia social?…

-Cuando uno es niño lo que quiere es convertirse en las figuras que está viendo en esos momentos, en mi caso a los maestros Viti, Capea, Dámaso, Ojeda, Manzanares… los veía y quería ser ellos. Fue una década muy bonita, de toreros muy buenos. En ese tiempo el dinero no se mira, seguramente porque se tiene de todo en casa, aunque no sobraba tampoco faltaba de nada. Así que por el dinero no, por la fama tampoco porque no era consciente de qué era eso. A esa edad ser torero era pura ilusión. Luego cuando creces y te das cuenta de lo que hay, el dinero es importante y motivador.

“Hay aficionados a los que les gusta ver torear bonito y otros a los que les gusta la pelea entre toro y torero. Yo me siento un privilegiado por haber resistido en ese sitio”

-En Salamanca eres un personaje.

Bueno, sobre todo en Ledesma. Como somos pocos todos me conocen.

-¿Cuándo se vio el mejor Chaves?

-Te diría que en los últimos años. En torno al 2008 disfruté mucho en la cara de los toros. Había una fuerza interior que me hacía poder con todo, pero era más arrojo que otra cosa, más amor propio que toreo, el toreo me llegó en los últimos ocho o diez años. A mí me costó que el toreo me entrase en la cabeza y hasta ese momento lo suplía todo, como te digo, con el arrojo, con el amor propio, con las ganas, con el deseo, con el querer, pero cuando he conocido el toreo ha sido en esos últimos años.

-¿A qué llamas conocer el toreo?

A saber dónde colocarte, cómo colocarte, cuándo tocar, cuándo no, cómo correr la mano… Cuando lo entiendes es otra cosa. Eso lo he conseguido estos últimos años y lo disfruté muchísimo.

-¿Eso se descubre una tarde, es un proceso a lo largo de tiempo, llega poco a poco?

Yo lo descubrí en el campo, con las becerras, probando muchas cosas, buscando nuevos caminos. Me resistía a estancarme. Mi toreo era más aguerrido que otra cosa y esa búsqueda me llevó a un toreo más reposado, más vertical, ahora me voy más con el muletazo y todo eso me permite disfrutarlo más. Son modos y formas que encontré con las becerras y luego las apliqué a los toros. No es algo que surja de un día para otro ni tampoco que aparezca de la nada, detrás de todo ello hay esfuerzo y empeño. Para mí fue un hallazgo y ahora cada sorbo, cada muletazo, lo saboreo y lo disfruto.

-¿Alguna tarde concreta en la que sentiste que el público había cambiado la opinión que tenía de ti, un día en que te redescubrieron?

No ha habido una tarde concreta, pero sí fueron valorando mi transformación. Sobre todo comenzaron a cantar la suavidad y estaban en lo cierto, esa era la novedad. Antes era todo más rapidillo y ahora me gusta hacer las cosas despacio, cuanto más despacio mejor y siento que lo valoran. Además, al tipo de toros con los que yo me pongo delante con el arma que se les puede es con la suavidad. A un toro violento no le puedes poner violencia y yo antes a lo mejor se la ponía. Suavidad, calma, paciencia y que vayan rompiendo. Esa es la fórmula. No es una ciencia exacta, hay toros que responden y otros que no, pero en general sí es un arma fuerte.

-¿Has hecho referencia en la charla al arte, a que no ha sido una de tus virtudes, pero para ti qué es el arte?

El arte es tan difícil de explicar… Yo diría que arte es la estética, la armonía, el ritmo, la capacidad de emocionar, algo especial. Todos tenemos arte, por supuesto, pero hay un arte más cotizado y otro menos cotizado. Lo que nace de lo más profundo de ti cuando estás toreando y lo disfrutas, eso es arte. Te diría que no todos los días fluye, unos días sale y se produce una conjunción muy bonita con el toro y con el público y otros no.

-El valor tampoco fluye todos los días.

Es lo mismo. Hay una base de valor que creo que todos los toreros la tienen que te permite enfrentarte al toro, luego pasa que se manifiesta de forma distinta e incluso depende mucho del toro. Los hay a los que el público no les ve la fiereza y tu estás viendo que te quiere coger y te impones, yo a eso le diría valor escondido. Luego hay otro tipo de toro con el que tú te arrebatas con él, le pones el pecho, le quitas la muleta, se la pones sabiendo que va a pasar y todo ello te permite aflorar otro tipo de valor más reconocible. El valor y el miedo son muy fluctuantes, puedes pasar de sentir miedo a mostrar gran valor en segundos, es algo que solo puede sentir y explicar un torero.

-¿Qué es lo que más miedo te da de un toro?

Sin duda la mirada. Y lógicamente también las intenciones. Pero el miedo va más allá, surge incluso antes de que salga el toro, genera miedo la responsabilidad, la presión, el qué dirán… el miedo siempre está patente, el miedo es como una sombra que te sigue.

Maldita espada

-¿En qué crees que eres bueno de verdad?

-En creer en mí mismo. Siempre he tenido fe en mí mismo, siempre.

Foto: Menacho.

-¿Qué se te atragantó, los despachos, las relaciones…?

-Nada de eso. La espada, sin duda.

-¿Cómo un tío capaz de jugártela a pecho descubierto durante diez minutos, seguidamente por un momento se te nublaba todo?

Pues fue así. Fallé en momentos en que necesitaba los cojones para tirarme encima del toro cuando tenía las orejas cortadas. Quizá porque en momentos clave de mi carrera me pegaron cornadas fuertes entrando a matar y no lo supe superar.

-¿Pinchaste algún toro que te hubiese cambiado el sino de tu carrera?

Muchos, sobre todo en Madrid pinché toros que de haberlos matado bien me hubiesen cambiado la temporada e incluso la vida, hubiesen cambiado mi carrera.

-Después de una contrariedad así, uno se va a la habitación del hotel y qué hace… ¿te amargabas mucho?

Mucho. Luego con el tiempo me di cuenta de que ese sufrimiento era vano porque al día siguiente me volvía a pasar lo mismo. De nada sirve el sufrimiento ni el lloriqueo en el viaje de vuelta a casa si en la siguiente tarde no tienes el valor suficiente para agarrar la espada y decirte vamos para adelante y que sea lo que Dios quiera. En momentos sí lo hice, pero no en todos en los que debí tirar para adelante.

“Me despediré con el mismo azul cielo y oro con el que tomé la alternativa, que no ha necesitado más arreglo que un cambio de punto. ¡Estoy más fino que hace veinticinco años!”

-¿El toro que mejor toreaste?

Hay varios. Recuerdo una faena muy bonita en Sevilla con un toro de Cuadri, otra en Bilbao con uno de Cebada, otra a uno de Adolfo en Madrid, algún victorino. Pero siempre ha faltado algo, en una faena por buena que sea siempre aparece una tanda o un detalle que no ha estado a la altura del momento. Recientemente disfruté mucho la tarde de Ledesma en la que maté siete toros, fue una tarde muy bonita, me vacié, ese día todo lo que pensaba, todo lo que hacía, salía.

-Por las cabezas de toros que tengas en casa te conocerán.

-Yo tengo la de un novillo del maestro Palomo al que le corté la oreja en mi presentación en Madrid, tengo la del toro de la alternativa que fue del maestro Capea, tengo una de un victorino, el cuadri de Sevilla, el de mi presentación en la México, otro de Barcial de Salamanca, la del toro Paco Galache del año pasado en Salamanca, que fue “Toro de Oro”…

-Estarán sin orejas, supongo.

-La mayoría, el de victorino sí tiene las dos, ya sabes, la espada.

-¿Recuérdame el toro más duro?

Hay muchos, me viene a la cabeza uno de Palha, otro de José Escolar en Vic, ese día al primero le corté las dos orejas, pero ese segundo me las hizo pasar canutas, este año hubo otro de Rehuelga en Vic también muy duro, me acuerdo de otro de Cebada en Mont de Marsan este año.

-Vic tiene el ruedo chico y con esos toros no sé si ayuda o lo contrario.

-Con esos toros el ruedo chico es mejor, está todo más cercano, se le mete mano mejor.

Más movilidad

-¿En qué ha cambiado el toreo en estos veinticinco años de matador?

Fundamentalmente en el número de festejos. Yo llegué a torear sesenta novilladas sin caballos y con picadores muchísimas, y ahora eso parece una quimera cuando resultan imprescindibles para el futuro de la Fiesta. También el toro ha cambiado mucho en ese tiempo. El actual tiene más movilidad y es más bravo, es un toro más agresivo.

-¿Esto va de que el toro se mueva?

El movimiento con obediencia es bueno, el movimiento con poder y sin obediencia es jodido. Los ganaderos en este tiempo le han dado una vuelta de tuerca a la Fiesta. Ellos son el termómetro de lo que va pidiendo el público y son capaces de reaccionar en pocos años en una cuestión tan difícil como esa.

-¿Dónde está la vuelta de tuerca?

-Han pasado de un toro falto de fuerzas y de mucha clase a un toro con mucho movimiento, muy enclasado también, con una embestida especial y de mucha transmisión. Ahora salen pocos toros que se vayan para atrás.

-¿Se habla mucho de la justicia en los toros o de la falta de justicia, tú participas de esa idea?

Hay momentos en que sí falta. Ahora mismo hay toreros que han abierto la puerta grande de Madrid y no los ves anunciados en las ferias. Eso antes no pasaba. También es verdad que en las ferias se dan la mitad de las corridas que se daban y a esas van las figuras… No hay justicia, pero tampoco existe el hueco que había antes, eso es una realidad.

-Siendo cierto entiendo que no es bueno ni tampoco consuelo para los que lo sufren.

-Es verdad, pero yo diría a los que lo sufren que no se debe tirar la toalla, que si hay una profesión en la que todo puede cambiar en diez minutos es esta. No sabes dónde, puede ser en Madrid, en Ledesma, en cualquier plaza, pero llegará el momento, a todos los toreros les pasa el tren y hay que estar preparado para subirse porque si no lo haces entonces… ya no está claro que vuelva a pasar.

“Al tipo de toros con los que yo me pongo delante con lo que se les puede es con la suavidad. A un toro violento no le puedes poner violencia. Suavidad, calma, paciencia y que vayan rompiendo. Esa es la fórmula”

-¿Por quién pagarías una entrada para verle?

Por los que se van a ir, ahora mismo por ver a Juli; también por ver a Morante, que es un torero que me llama mucho.

-¿Has tenido ídolos?

Muchos. Al maestro Viti, al maestro Capea, al maestro Julio Robles… y últimamente he idolatrado a Juli, a Perera, a Fandi, con los que he tenido la fortuna de convivir y tratar.

-Si me hablas de El Viti y de El Fandi es que tienes unos gustos muy abiertos.

Es que los gustos hay que tenerlos abiertos y Fandi es una lección de constancia, de pundonor y resistencia, me encanta de la misma manera que me fascina la capacidad y el valor de Perera, la enorme capacidad de Juli, los conocimientos del maestro Capea y la elegancia de El Viti.

-¿Ser de Salamanca ayuda?

Yo creo que sí, sobre todo en los inviernos, en la preparación. Luego cuando sale el toro es otra cosa. En realidad, el toro no sabe de dónde eres ni lo que sueñas ni de quién eres hijo ni lo que tienes… gracias a Dios eso es así.

-Gracias a Dios hay personajes como tú.

Foto: Menacho.

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