Este año, sí o sí, tiene que ser el principio del retorno a cierta estabilidad: que se difumine la pandemia, nos inyecten futuro y se derrita la nevada. Y que se diluya el temor a que estemos en el umbral de la historia y las diez plagas de Egipto. Algo que nos parecía tan lejano y tan imposible. Eran diez las plagas y vale la pena recordarlas: la primera, la conversión del agua en sangre; la segunda, la invasión de las ranas; la tercera, piojos; la cuarta, las moscas; la quinta, la peste del ganado; la sexta, úlceras; la séptima, la lluvia de fuego y granizo; la octava, langostas y saltamontes; la novena, tinieblas; y la décima, la muerte de los primogénitos de Egipto. Afortunadamente no llegamos al apocalipsis, pero demasiadas cosas nos acaban sacando de la normalidad habitual.
Este año, sí o sí, tiene que ser el principio del retorno a cierta estabilidad: que se difumine la pandemia, nos inyecten futuro y se derrita la nevada. Y que se diluya el temor a que estemos en el umbral de la historia. Algo que nos parecía tan lejano y tan imposible
Y ese dolor, ese desgarro, existe ahora sobre todo en el campo bravo. El enorme sacrificio de los ganaderos, que son los que tienen la base, el argumento y la verdad de esta Fiesta: el toro. Y las están pasando más que canutas. El desastre, el dolor, la ruina y el futuro incierto. Y está muy claro: ni tú ni yo, ni los empresarios, ni los toreros, ni los aficionados, ni el “sursum corda” (levantemos el corazón) estamos a la altura del dolor de los ganaderos de bravo. Vemos las imágenes del campo, el agua, el frío, los animales soportando el invierno desatado y los ganaderos, a esos hay que darles las gracias, mil veces, porque los ves en todo este barrizal en que se ha convertido el campo bravo y siguen luchando para salvar al toro (el más importante de los elementos de la Fiesta). Ellos son los héroes de esta pandemia. Los que necesitan respeto y estar bien pagados, porque sin lo que ellos crían, adiós a la fiesta de toros.
El dolor y el desgarro están sobre todo en el campo bravo. Los ganaderos las están pasando canutas. Hay que darles las gracias mil veces porque siguen luchando para salvar al toro. Son héroes, necesitan respeto y estar bien pagados
Las plazas están ahí, los toreros también, las cuadrillas más todavía porque han sido maltratados en los últimos tiempos en trabajo, en dinero y en respeto. Pero la pandemia tiene la última palabra. Y todo esto cuando ya vemos el sol del retorno, y ahí están ya planeando las ferias, Ramírez en Castellón, Cutiño en Olivenza, Simón Casas en Valencia, y en Alicante, y en Madrid, antes llegará Sevilla abierta a los fines de semana, etc. Y donde ya están los carteles en la memoria de la afición es en Francia. Dax, Mont de Marsan, Nimes, Arles, Bayona, Beziers y hasta las, ojo, cuarenta y ocho plazas de toros que yo conozco y recuerdo.
Cuando se levante el telón, que los toreros no elijan las ganaderías más suaves y manden al matadero a las más encastadas. Eso me ocupa y me preocupa
Hay que levantar el telón, si la sanidad lo permite, y hace falta, y lo estamos deseando. Y te digo una cosa que me ocupa y me preocupa: que no elijan los toreros las ganaderías más suaves y manden al matadero a las más encastadas. Que vuelva la Fiesta y la Fiesta es el toro y esa grandeza del torero lidiador, poderoso, valiente. Tanto que por eso tiene el respeto de los héroes. Pero lo primero, sin duda, es EL TORO.
