Los tres mosqueteros

Gómez Del Pilar, Román y Gonzalo Caballero se han confirmado esta tarde-noche en Pamplona como los tres mosqueros de la novillería. Del Pilar es el más cuajado de los tres y si no hubiera fallado a espadas…

Gómez Del Pilar, Román y Gonzalo Caballero se han confirmado esta tarde-noche en Pamplona como los tres mosqueros de la novillería. Del Pilar es el más cuajado de los tres y si no hubiera fallado a espadas habría salido por la puerta grande con Caballero. Con más acierto con los aceros en su segundo, y dado lo bien que ha caído al público por su sinceridad, quietud y el buen trazo de su toreo, Román tampoco habría salido a pie de la plaza pamplonica.

Caballero está en posesión de un valor espartano y después de cortarle una oreja al tercero a sangre y fuego, al precio de una cornada en el escroto tuvo que entrar en la enfermería, aunque diciendo que no era nada y apostillando: “Ahora me cosen y salgo a matar el sexto”. En el sexto, efectivamente, también dio la cara y pese a estar convaleciente de una lesión de hace tres días en la pelvis y un corte en la cabeza y otro en el mentón, se la jugó sin trampa ni cartón y el público lo premió con otro apéndice auricular, después de una valiente estocada tendida. El madrileño es un tigre, más bien un cachorro de tigre que está dispuesto a ser torero a toda costa. Debutó con picadores en Sevilla (Feria de Abril), toreó su segunda novillada en Madrid (San Isidro) con corte de una oreja en cada plaza y al tercer desafío ha descerrajado la puerta grande de Pamplona en la inauguración de los Sanfermines.

El valenciano Román merece capítulo aparte. Ha matado tres novilladas este año, después de su debut con picadores el pasado año en Algemesí. Su primer envite fue en Las Fallas donde encandiló con la frescura y la calidad de su toreo. Después de una incursión a Lorca en Abril y otra a Moralzarzal, y con un pie lesionado del que aún se resiente, ha apostado en Pamplona y se le ha visto un grado importante de progresión hacia la consolidación de un torero de mano baja que no les quita a los toros la muleta de la cara y que se los pasa muy cerca. El trazo de su muleta apunta hacia un torero de calidad y se tira a matar como si se le acabara el mundo. Serán o no serán, pero cuando uno ve a tres novilleros como estos recobra la confianza en que con esto no hay quien acabe.

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