Seguro que no sonará políticamente correcto pero se me antoja que uno de los males del toreo y su entorno es el negativismo con que se mira el futuro…
Seguro que no sonará políticamente correcto pero se me antoja que uno de los males del toreo y su entorno es el negativismo con que se mira el futuro o se hacen balances de lo sucedido. Está ya uno cansado de oír una y otra vez que no hay más cera que la que arde, que en el toreo está todo inventado, que la juventud no va a los toros, que esto se acaba, que menuda temporada nos espera o vaya feria hemos tenido. Buena prueba de ello en los últimos días cuando se han sucedido balances de la pasada Feria de Fallas donde en muchos de ellos las conclusiones son casi en su totalidad negativas. Un análisis donde todo se ve negro de once días de toros, donde sucede de todo desde lo muy malo hasta lo muy bueno es, además de injusto e incierto, pobre de argumentación.
Caso opuesto sería no reconocer errores de todo tipo y no trabajar en mejorar lo que no ha funcionado como se esperaba. Y es que la critica que hace pupa no es precisamente la más sonora ni la más agria sino la que pone el dedo en la llaga y sobre la que sabes que no tienes escapatoria porque te desnuda con la verdad. La desmesurada y casi obsesiva se descalifica por sí sola y tiene la fuerza de un petardo que pretende hacer ruido pero que tiene la mecha mojada de su poco contenido. Pasa también a menudo con los comentarios en algunos portales taurinos, seguramente los que se podrán leer debajo de este artículo. Ya puede haber triunfos de los que ponen de acuerdo a todo el mundo, anuncio de carteles con todas las figuras y ganaderías de primer nivel… que a buen seguro dichos comentarios rayarán lo cenizo estando más cercanos al talibanismo que a la crítica razonada y razonable.
El aficionado tiene, faltaría más, todo el derecho a la crítica, a la censura e, incluso, a la persecución de lo que estime contrario a sus intereses o a la buena salud de la Fiesta. Pero tanto el aficionado como el empresario, el ganadero, el torero o el periodista también pueden cometer errores y excesos. El excesivo protagonismo basado en el negativismo radical obsesivo puede hacer tanto daño a la Fiesta como los antitaurinos o los abusos de los taurinos porque la tendencia enfermiza a lo negativo nos empobrece y nos hace débiles ante la sociedad y el futuro y, sobre todo, nos aleja de la búsqueda de soluciones y enganches para garantizar la sostenibilidad de la Fiesta. La ética y la categoría del aficionado no se mide por ponernos a todos bajo permanente sospecha sin apenas opción de librarnos de una sentencia condenatoria. Sin embargo, sí es más necesario que nunca un aficionado militante que se caracterice por la mesura, responsabilidad y acierto de la crítica y sobre todo por poner el mismo empeño en denunciar las miserias de los taurinos con la misma pasión que canta sus grandezas.
Seguramente sea fácil hacer sangre con lo escrito en estas líneas pero no buscan eso sino tender puentes y poner todo del lado del aficionado para acrecentar su compromiso para la búsqueda de soluciones de los problemas que detecte y en construir un nuevo orden del toreo donde su palabra tenga verdadero peso y no suene sólo para tocar los cataplines de vez en cuando. Por lo que respecta a los errores de la pasadas Fallas, que efectivamente algunos hubo como otros tantos aciertos, somos los primeros interesados en que no vuelvan a suceder.