Desde El Arenal

Jesulín

Carlos Crivell
sábado 18 de agosto de 2018

Jesulín de Ubrique se pondrá de nuevo el traje de luces en Cuenca este domingo. Será una reaparición puntual, aunque el torero desea torear algunas corridas en 2020, cuando se cumplan los treinta años de su alternativa. Su vuelta en el año 2010 me pareció un desatino. Lo de ahora debe ser contemplado con otra mirada. Insiste el de Ubrique que este año no se anunciará nada más que en Cuenca. Es probable que en 2019 lo haga en otras plazas para calentar sus festejos conmemorativos del doctorado. Maximino Pérez ha montado un cartel muy especial que debe de llenar la plaza.

Es un buen momento para recordar algo de Jesulín. Es un magnífico diestro dotado de un temple natural excepcional y un valor sereno admirable. A estas alturas nadie puede pensar que quien en varias temporadas superó las cien corridas, incluso con ese récord de 161, ha sido solo un torero de masas y no de aficionados. O que solo ha sido un torero mediático, como se ha conocido a los que tenían una enorme popularidad gracias a sus idas y venidas lejos del toro. Es cierto que Jesulín aprovechó los medios de comunicación para llegar a mucha gente que nunca había pisado una plaza de toros. Ha aprovechado su carisma personal y sus devaneos sentimentales para lograr un gran rédito taurino. Tanta popularidad consiguió el de Ubrique que a estas alturas es más que lamentable que su nombre no se asocie al de un buen torero. Si se menciona a Jesulín, la mayoría de las personas piensan en programas sensacionalistas de televisión, en la madre de su hija viviendo a costa del asunto, en sus padres, en los hermanos y en toda la parafernalia rosa y amarilla que ha creado Jesús Janeiro Bazán.

La culpa es suya, aunque es probable que estas circunstancias le hayan proporcionado unos ingresos extras que no hubiera logrado si solo hubiera sido un excelente torero. Y es indudable que muchas de sus actitudes no han sido beneficiosas para la Fiesta, y me acuerdo ahora de las corridas exclusivas para mujeres -hoy serían intolerables-, las subidas a los lomos de un toro o la permisividad el día que su apoderado Morilla se tiró a torear en Sanlúcar de Barrameda. Jesulín merece más reflexiones. Llegarán en otras entregas. Ahora, solo queda desearle suerte en Cuenca. Ha sido muy buen torero, a pesar del mencionado daño que le hizo a la tauromaquia.

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