La Pincelada del Director
Y si no hay suerte, tampoco los bonitos.Y si no hay suerte, tampoco los bonitos.

¿Qué ha sido del toro de Sevilla?

En las tardes chungas decíamos “aquí lo que hace falta es el toro de Sevilla, nada más”, lo decíamos a boca llena, en Sevilla, en Valencia y en tantos y tantos sitios, lo repetíamos repletos de esperanza y quedábamos a la espera, convencidos, de haber dado con la piedra filosofal
José Luis Benlloch
martes 17 de abril de 2018

Llegado abril, Sevilla sucede a la marcera Valencia y enarbola, como manda la tradición, la bandera de la capitalidad taurina del mundo. Y como en Valencia, la polémica en torno a la presentación de los toros es caballo de batalla día sí y tarde también. Cuestión especialmente chocante en este caso porque supone apartarse de un modelo y de un concepto muy acuñado, y también muy acreditado, al que siempre se le conoció como el toro de Sevilla. En las tardes chungas decíamos “aquí lo que hace falta es el toro de Sevilla, nada más”, lo decíamos a boca llena, en Sevilla, en Valencia y en tantos y tantos sitios, lo repetíamos repletos de esperanza y quedábamos a la espera, convencidos, de haber dado con la piedra filosofal. Suponía ejemplares armónicos, bonitos y sin estridencias, en realidad la flor de cada camada. Pues a pesar de conocerse y de estar tan experimentada la idea, este año aparecen en la mismísima Sevilla toros grandones, feos y destartalados con excesiva frecuencia, sucedió el mismísimo Domingo de Resurrección, con todo lo que ello tiene de traición a los sentimientos de la efeméride, y ha seguido apareciendo los días sucesivos hasta la mismísima desesperación de clientes y toreros y principalmente de ganaderos, que ven como se desbarrancan sus expectativas. Lo escribí en Las Provincias y lo mantengo.

La solución en las tardes fricción no satisface a nadie. Con harta frecuencia acaban saliendo toros que no cumplen con los gustos toristas ni con los toreristas ni con los de la gente de aluvión…

Por todo eso es como si el problema, problemón dadas las circunstancias y el momento, se hubiese trasladado de la ribera del Turia a la vera del Guadalquivir. En ese aspecto, por ahora, no se ha diferenciado mucho Sevilla de Valencia. Y si tomamos como referencia lo sucedido en la preferia abrileña se ha producido una clara ventaja para la capital valenciana. En las pasadas Fallas, como antídoto contra el descalzaperros que organizaban los veterinarios en corrales cada mañana, a la hora de la verdad aparecía al quite la buena suerte e incluso el buen talante de algún usía, y cada tarde acababan saltando al ruedo varios toros de triunfo, cosa que todavía no se ha producido este año en el ruedo hispalense. Así que andamos a la espera de un golpe de fortuna, pero sobre todo de un ajuste de criterio para volver a lo que siempre fue, al toro de Sevilla, que uno entiende que siendo para Sevilla tampoco sería pedir un imposible.

Mientras no sea así, los ganaderos, que en principio tendrían que ser los máximos responsables del juego y presentación de los toros, quedan exentos de gran parte de la responsabilidad. Esos no son los toros que yo había seleccionado y preparado para esta plaza, te espetan. El argumento supone un desvío de responsabilidades y lleva a conclusiones muy a tener en cuenta: una, que el fracaso o el éxito a quien más afectará es al propio ganadero, así que por la cuenta que le esté debe mojarse; dos, que es imposible por cualificado que esté el veterinario de turno, generalmente urbanita alejado del toro, tenga más conocimientos que los ganaderos más allá de la sanidad; tres, que las soluciones que se vienen adoptando en esos casos de fricción, no satisfacen a nadie o a casi nadie, al punto que con harta frecuencia acaban saliendo toros que no cumplen con los gustos toristas ni con los toreristas ni con los de la gente de aluvión que tanta falta hace, a los del aluvión me refiero, que más allá del triunfo de la tarde quiere saber poco: ¿me he divertido?… ¿me he emocionado? ¿sí, no, vuelvo, no vuelvo?… y en ese punto se juega la gran partida del futuro.

El ganadero se come la bronca, el torero el fracaso, el empresario se juega la clientela y ellos… se van para casa tan panchos, incluso con una hipotética etiqueta de defensores a este paso de la nada

Y siendo verdad que cuando son los ganaderos quienes eligen sus toros no hay nada garantizado, también es cierto que si sucediese se eliminarían excusas, se limpiaría la era de intereses cruzados, el que no dé la talla que no vuelva y seguro, segurísimo, que si les dejasen, a los ganaderos, crecerían las posibilidades de triunfo. Hay mil ejemplos. Valdría la pena probar. Perder íbamos a perder poco. Acabo, a día de hoy, en este descalzaperros de toros para aquí, toros para allá, toros gigantes y toros feos, toros chicos, que también se cuelan, hay protagonistas con un papel importante que se escapan de rositas, sin ningún tipo de responsabilidad. El ganadero se come la bronca, el torero el fracaso, el empresario se juega la clientela y ellos… se van para casa tan panchos, incluso con una hipotética etiqueta de defensores a este paso de la nada.

Mientras se impone el buen criterio o se dan los golpes de suerte necesarios para enderezar la feria abrileña, los espadas mejor librados hasta ahora han sido Roca Rey por su tarde de Resurrección; Curro Díaz, que dio dos vueltas al ruedo la tarde de la cogida de Román; el mismo Román, que pese al percance dejó claro que no es uno más y firmó un arranque de faena precioso y muy torero; Pablo Aguado, que ha sido la revelación con un toreo artístico y muy del gusto de Sevilla; Luis Bolívar, que aparece en estado de rehabilitación; Alejandro Talavante, aunque todavía lejos de su mejor versión, el día del desastre de los toros de su apoderado, aprovechó un resquicio para hacer el toreo con su sello singular y un tanto misterioso; y Escribano, que puso en pie a la banda con su recibo de capa al quinto de Victorino, que no es cualquier cosa, en la puerta de chiqueros maestrante.

POSDATA.- Con la corrida de Garcigrande por fin llegó un éxito de los que marcan una feria. Se juntaron los dos elementos que echábamos en falta en la preferia: el golpe de suerte imprescindible y la mano del ganadero. Salió, con mínimos retoques, la corrida que decidió el criador, enhorabuena a Justo, y saltó el éxito. Y un dato para incrementar lo absurdo del sistema, el toro primero de Juli, excelente toro, fue rechazado en Valencia, mientras que en otras ganaderías los toros rechazados en Valencia no sirven para Sevilla por definición o por decreto. Absurdo sobre absurdo.

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