Agosto. Bienvenido. Corazón de la temporada. Se aprieta el calendario de los taurinos. En realidad menos de lo que quisiésemos. Mucho menos. Se acerca el tiempo de cosecha y recolección, en el campo, en lo que ha quedado del campo, lo que ha dejado la política agraria de la UE y en la plaza, aquí cabría decir más de lo mismo, lo que va dejando la invasión cultural foránea. Lo propio frente a lo anglosajón. Un pulso que parece que vayamos perdiendo. No es xenofobia, es realismo y es dolor. El reajuste tantas veces reivindicado tras los excesos anteriores comienza a sonar excesivo. Pocos festejos, poca economía, mucha tunantería, escasa imaginación, demasiada retórica, se empeñan en el entorno, la conferencia, el pregón, la fiesta, la cultura (¿), le ponen nombres rimbombantes a la nada y se olvidan del contenido. Y un detalle clave, lo que más cuenta o lo que más resta en ese balance de urgencia, poca pasión, ahí me duele, los grandes, que los hay, no calan en la sociedad, nadie vende el colchón para verles y no es que lo recomiende, solo lo constato.