La revolera

¿Una ONG taurina?

Paco Mora
sábado 04 de febrero de 2012

Alguien está aconsejando mal a los toreros del G-10 como se autodenominan ellos mismos (yo prefiero llamarles los siete magníficos), de tal manera que aún teniendo razón en algunos puntos de su último comunicado…

Alguien está aconsejando mal a los toreros del G-10 como se autodenominan ellos mismos (yo prefiero llamarles los siete magníficos), de tal manera que aún teniendo razón en algunos puntos de su último comunicado, el estilo del mismo les hace aparecer a los ojos de la opinión pública como un grupo de ambiciosos, que luchan por extraer el máximo rendimiento del ejercicio de su profesión. El hecho de arrogarse a sí mismos la defensa de la Fiesta con el proyecto de creación de una fundación al efecto, da la impresión que se quieren erigir en una especie de ONG a la que, como a tantas otras de las que proliferan por ahí, se le ve el afán de lucro aunque lo nieguen por principio.

Deben dejar de decir una y otra vez que no les mueve el interés económico, porque no les vale de nada si luego se les escapa que para ellos lo justo sería llevarse el 50 por ciento de los beneficios de las transmisiones televisivas. Que no digo que sea poco o mucho sino que es la prueba del nueve de que esa es la razón principal que les ha movido en estos comienzos de temporada (una de las más difíciles de la historia el toreo) con una crisis económica que tiembla el misterio, con casi cinco millones y medio de parados y crecientes colas de hombres, mujeres y niños, tan respetables como todos nosotros, incluidos los toreros del G-10, en Cáritas para sacar el estómago de penas. Y ese es su principal error; el de la inoportunidad.

Quizás los toreros del G-10, algunos de los cuales admiro hasta la pared de enfrente, deberían pensar en la realidad del país e incluso mirar hacia atrás para profundizar en la historia en común de todos los españoles. Comprobarían que en este país, siempre que un grupo se erigió en salvador lo que hizo fue meter el remo hasta la ingle. La  Fiesta se salva sola, no necesita salvadores. Y los toreros la honran y la eternizan pegando naturales hacia adentro, yéndose detrás de la espada con coraje y pundonor y dignificando su profesión, negándose a participar en las mojigangas con el medio toro en algunas plazas de las que también se llevan pingües ganancias. Los del G-10 quieren a la Fiesta, ¡pues claro que la quieren! Si con ella se han hecho ricos y merecen hacerse más ricos todavía, porque lo que se juegan delante del toro es nada menos que la vida, pero…

Pero dejen que a la Fiesta la salven quienes la mantienen, que son los espectadores que pasan por taquilla, y no traten de ponerle puertas al campo. La televisión es un hecho de nuestro tiempo y el toreo tendrá que aprender a convivir con ella. ¿Que mueve mucho  dinero? Sí, pero no tanto como el fútbol y, que se sepa, los futbolistas no están empeñados en salvar el deporte balompédico. Ni reclaman el 50 por ciento de la recaudación de las muchísimas horas que llena el deporte que practican en las televisiones de todo el mundo, en concepto de derechos de imagen.

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