BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Valencia, Madrid, México: el toreo al rojo vivo

José Luis Benlloch
domingo 04 de febrero de 2024
Roca Rey lidera la buena acogida de los abonos de Fallas que se han incrementado un quince por ciento

Valencia, Madrid, México, tres escenarios de referencia en el toreo viven momentos calientes y de signo contrario. En el cap i casal han comenzado a caminar las Fallas. Se vendió el abono y se abrió la taquilla virtual. Los indicadores apuntan, eso cuentan desde la propia empresa, a excelente acogida con Roca Rey liderando la demanda. Creció el número de los más fieles, los abonados, que se fue a los mil quinientos, un veinte por ciento superior a las pasadas Fallas, que, sumados a los abonos especiales, mayores y menores, aseguran ya una presencia fija que roza los tres mil espectadores cada tarde. Mientras, Madrid y México, capitales de los dos países donde el toreo, como le gustaba decir a Fernando Vinyes, es fiesta nacional -no se precipiten, entiéndalo en la mejor de las acepciones-, han vivido esta semana sensaciones de lo más contradictorias.  

A este lado del océano se disfrutó el gozo de presentar la que es sin duda la feria más importante, la de mayor trascendencia en la bolsa taurina cada temporada, San Isidro, de tal manera que solo escuchar su nombre a los matadores se les tensan los músculos y se les contrae el alma, todos quisieran estar y a la vez desaparecer, no en balde es el coso donde el gozo del triunfo y la acritud de su público es peso difícil de sobrellevar, ya lo dijo el Guerra, Califa cordobés y señor de savias sentencias. En Madrid que atoree San Isidro, afirmó en respuesta a las campañas orquestadas que sufría cada tarde. En la edición de este año Manzanares, Román, Nek Romero y Samuel Navalón asumen la representación valenciana en puestos de máximo relieve a la vez que Ponce espera a la feria de Otoño. 

Amplia representación valenciana en la feria de San Isidro 

En la monumental del DF pasaron en horas del gozo de la reapertura, más de cuarenta mil almas abarrotando el gran embudo de la avenida Insurgentes, a la indignación de una clausura, de momento provisional por orden de una jueza que acató los deseos del movimiento llamado “Todas y Todos (faltaron los todes) por Amor a los Toros”, a los que al parecer no les importa tanto la lucha a muerte de los cárteles y/o la desaparición de tantos y tantos humanos como sufre su país, como los toros. A la decisión de la jueza los responsables de la Plaza México han presentado un Recurso de Queja ante el Poder Judicial de la Federación, que al cierre de esta edición estaba pendiente de resolverse.  

A quienes tienen la tentación de darle un tinte ideológico sesgado a este conflicto, cabría recordar que diversas personalidades, políticos, artistas y toreros españoles exiliados tras la contienda civil, vivían la fiesta del toreo con auténtica fruición, incluido Indalecio Prieto, que obsequiaba a todos los diestros españoles que llegaban a aquel país con un banquete. Célebre es el que dedicó a Manolete sobre el que creció la leyenda, desmentida por los asistentes, según la cual don Inda, como le llamaban al que fuese líder del PSOE, colocó una bandera republicana en la mesa que el diestro cordobés pidió que se retirara. Ni la colocó para evitar compromisos de vuelta a España ni por tanto hubo que pedirle que la retirase. Eran los tiempos en los que el PSOE era abiertamente taurino o quizás era otro PSOE. 

El monumental coso capitalino, que entre localidades numeradas y las de pie en su último anillo, tiene una capacidad superior a los cincuenta mil espectadores, se construyó por iniciativa de un empresario de origen libanés, Neguib Simón, y coexistió en el DF con otra gran plaza llamada El Toreo de la Condesa, lo que habla bien a las claras del arraigo social del toreo en el país azteca que no ha tenido en cuenta la juez. 

El colosal palenque está hecho de hormigón armado, su ruedo se encuentra veinte metros por debajo del nivel de la calle y cuenta con un cerramiento exterior coronado por veinticuatro obras del escultor valenciano Alfredo Just, ubicadas en columnas y en el frontispicio de la entrada principal, conocida como puerta del encierro. El artista valenciano plasmó en yeso recubierto de bronce tanto a toreros españoles como mexicanos. Desde su paisano Granero a Manolete, así como suertes y pasajes del toreo como el tercio de banderillas, derechazos y remates. Pero de entre todas las esculturas, destaca el grupo escultórico, de catorce metros de longitud, denominado El Encierro. 

El Choni, Honrubia, Ponce y Barrera referentes valencianos en la México 

Desde la perspectiva puramente artística cabe destacar que sobre su ruedo se han puesto en pie las más fabulosas leyendas muchas de ellas con acento valenciano, fruto de la realidad y también de las interpretaciones hiperbólicas a las que son tan dadas aquella afición. Jaime Marco “El Choni” en los momentos clave de su carrera reavivó en aquella plaza su cartel de torero bravo; Paco Honrubia se labró fama de gran banderillero durante la década en la que vivió el toreo mejicano entre los más grandes, incluido Arruza y los Armilla; Vicente Barrera confirmó la alternativa en aquel ruedo con éxito; y Enrique Ponce ha sido el último gran ídolo de aquella afición, lo que llaman un consentido, capaz de llenar por sí solo el monumental coso cada vez que le anunciaban consecuencia de faenas históricas que le llevaron a cortar el rabo a dos toros.  

 Historia grande que ahora está en manos de que un juez atienda la petición de “Todas y Todos (insisto, faltaron los todes) por Amor a los Toros” cuitas que se suman a las corrientes revisionistas de todo lo español.

Just: república, escultura y toros 

Alfredo Just nació en Valencia el 28 de febrero de 1898, estudió en la facultad de Medicina de Valencia y tuvo la inquietud de ser torero, para finalmente ingresar en la Escuela Superior de Bellas Artes de su ciudad natal, donde orientó finalmente su talento y futuro artístico. Republicano confeso, tuvo que exiliarse a México en el mes de agosto de 1939 tras la Guerra Civil como recordaba Alfonso Ávila en Aplausos. Admirador de la obra de Miguel Ángel y Donatello, utilizó varios elementos de la corriente artística del Renacimiento para llevarlo a su propia obra, como la proporción anatómica, expresividad y emoción que impregnó en su amplia gama de esculturas. Just murió en 1968 en Nogales (Arizona), sin que hubiera podido regresar a su patria chica. 

 En el libro “Las esculturas de la Plaza México”, escrito por la socióloga mexicana Mary Carmen Chávez Rivadeneyra, describe la gran obra del escultor valenciano: “El toreo inspira, el fotógrafo capta y el escultor lo vuelve pétreo y eterno. Just fue un hombre de cinceles, grabó todo su sentimiento y sus fuertes ideas republicanas, esas que llevan coraje, valor, expresividad, y las depositó en varias obras magnas y hermosas”. Alfredo Just tenía su taller de trabajo dentro del coso, donde algunos toreros posaban para él vestidos de luces; además había un toro en los corrales de la plaza llamado Solovino, de la ganadería de La Trasquila, que era un modelo en vivo. 

El Encierro de Alfredo Just. APLAUSOS

El Encierro de Alfredo Just. APLAUSOS

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