La revolera

Una puñalada a la Fiesta

Paco Mora
viernes 31 de mayo de 2013

Los siete toros que han pisado esta tarde la arena han sido una puñalada en el corazón de la Fiesta. Con corridas como esta el toreo no se merece las magníficas entradas de que ha gozado este año el serial de San Isidro…

Los siete toros que han pisado esta tarde la arena han sido una puñalada en el corazón de la Fiesta. Con corridas como esta el toreo no se merece las magníficas entradas de que ha gozado este año el serial de San Isidro en Las Ventas. Cuatro de Jandilla, dos de Las Ramblas y uno de El Torreón han hecho más por el fin del toreo como espectáculo que todos los esfuerzos de los abolicionistas. Huecos, descastados y por tanto sin la mínima acometividad han acabado todos en inmóviles imitadores de los toros de piedra de Guisando. Y lo malo es que la culpa no la tienen ni los toreros ni la empresa ni Borja Domecq, Daniel Martínez y César Rincón tampoco. La cosa es mucho más seria  y peligrosa para el futuro de la fiesta de los toros.

El problema real es el descaste a que ha llegado la ganadería con sus juegos de alquimia en busca del “toro artista” que les guste a las figuras. Los ganaderos con tal de que los “primus inter pares” exijan sus productos, han llegado a dejar la cabaña brava inservible. El denominador común de este San Isidro ha sido el desfondamiento de los toros al quinto o sexto pase de muleta. Es cierto que algunos hierros como Alcurrucén, Fuente Ymbro, Cuadri y algún toro suelto de otras ganaderías vienen sacando su puntito de casta y permitiendo faenas emotivas. Pero el denominador común es el de un toro que hasta puede mostrar nobleza, pero sin el empuje ni la acometividad que hacen falta para enardecer a los tendidos.  

Estamos en un punto que el hecho de que salga por los chiqueros alguna que otra corrida encastada y con acometividad no soluciona nada, porque no es por ahí por donde va el toro de lidia actual… De poco vale la euforia de un día, si en general el bostezo y el mal humor se adueña de las plazas de toros. O se hace enseguida el Concilio Vaticano II de la ganadería brava española o esto se va al carajo. Y no es derrotismo. Este es el sentir general. Un sentir que tampoco se va a modificar echando el buey Apis, porque ese sólo tiene aparato pero está tan hueco como los demás. LA SOLUCIÓN ES LA CASTA, y tal como estamos hacen falta seis u ocho años para restaurarla. Si los toreros, los ganaderos y las empresas no se dan cuenta de que están matado la gallina de los huevos de oro, peor para ellos. De seguir así, mejor que se anuncien concursos de toreo de salón. Sería más honesto.

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