La crónica de Benlloch en Las Provincias

El valor frío de Castella incendia la tarde

José Luis Benlloch
martes 17 de marzo de 2015

Cortó tres orejas, abrió la puerta grande y por si alguien pensó que llegaba de convidado a la feria, demostró que el valor en el toreo derriba muchas fronteras y prejuicios.

Frío más frío calor. Quién lo iba a decir. Juntas una tarde gélida y desapacible, marcera y ventosa y un tipo más frío todavía, con una valor acerado e impasible y arde una plaza de toros. Se comprobó ayer. Castella lo consiguió. Esos son los misterios del toreo. Cuando el ambiente más invitaba a buscar el refugio del bareto más próximo y el carajillo reconfortante, el tío se quedó quieto como un palo, se pasó al de Cuvillo tres veces por la espalda después de hacerle descarrilar otras tantas veces en el último momento, cuando ya el choque de trenes se antojaba inevitable y comenzó a arder la plaza como si fuese una tea. Y si esos tres pases cambiados fueron el primer aviso, lo bueno vino todo seguido, justo cuando asentó las zapatillas e impuso su mando, fue mucho mejor, de más calidad o de mucha calidad, toreo de sosiego y mando. Un circular invertido que ligó con un natural de muleta tersa y despacioso ritmo que no parecía acabar, fue la cima de su faena y aún habría otro muletazo andando hacia los adentros, en el que se enrosco al toro en escultórica reunión que levantó otro calambrazo capaz de reavivar el fuego si es que se estaba apagando. Todo ello llevó la firma de un Castella, ayer especialmente motivado, que ya en su primero mostró seguridad y aplomo en faena corta, lo que duró el toro, pero intensa. Cortó tres orejas, abrió la puerta grande y por si alguien pensó que llegaba de convidado a la feria, demostró que el valor en el toreo derriba muchas fronteras y prejuicios.

La tarde tuvo más argumentos para hilvanar la crónica, comenzando por los toros de Cuvillo, con varios ejemplares importantes, comenzando por el colorado quinto que derribó con estrépito, Juncoso se llamaba, con el que Castella cuajó su faena. Tuvo clase y ritmo, también bravura para resistir una faena extensa de mano baja y mucha exigencia como le planteó el francés, sin que todo en conjunto sumase lo necesario para ganarse el indulto que pidieron algunos conmovidos por su calidad, pero sí dio para la ovacionada vuelta al ruedo con la que le premiaron. Me gustó mucho el tercero, sobrero, que saltó en sustitución de Espantoso, vaya nombre, éste atendía por Encendido y vive Dios que lo fue en su carácter, encendido y muy pasional. Fue toro pronto, vibrante y bravo además de exigente, que en el código de los toros supone no perdonar fallos lidiadores. Este pedía los medios y embestía mejor, mucho mejor, por el izquierdo que por el derecho así que no se le podía torear de otra manera ni en otro lugar a riesgo de que acabase imponiendo su bravura como sucedió. Hubo también un toro burraco que saltó en segundo lugar, codicioso de salida y muy toreable y hubo un primer toro birrioso de carácter y de fuerzas, al que no tomaron en consideración e hizo imposible cualquier lucimiento. El que hizo cuarto embistió con cierta calidad hasta que una destemplanza muletera, versus tirón, le hizo perder el ritmo y se acabó todo lo que prometía el toro y esperaba el público. El sexto, que embistió sin ritmo ni humillación, posiblemente en manos más expertas hubiese disimulado más sus defectos aunque en cualquier caso no fue toro de calidad.

Hubo una buena entrada, espectaculares pares de banderillas a cargo de Fandi, que ya saben cómo se las gasta en esa suerte, en la que lo mismo avanza hacia adelante que hacia atrás, que de costado que del bies, que se cita con el toro en el tercio en los medios o donde sea menester para mayor gloria de su cartel y gozo del personal que en esta tierra entienden como en ninguna otra la dificultad de tales alardes. Pero hubo también grandes pares en distinto registro artístico, en este caso con la autoría de Raúl Martí, de Foios, que a las ordenes de Román clavó con gran exposición y verdad, tanta que en su segundo par al toro que cerraba plaza, los bruñidos pitones del cuvillo le pespuntearon la taleguilla sin mayor compensación que dar por satisfecho su orgullo de torero. Me dolió que no le sacasen a saludar cuando por menos y alguna cucamona más, saludan apuntadores y terceros sin consideración ni modestia. Que pasen esas cosas en Valencia aún duele más. ¿En que estaría pensando la afición?.

ROMÁN SIN INTUICIÓN

Iba retrasando las valoraciones sobre Román porque me hubiese gustado contar lo que no puedo contar y me duele aunque más le dolerá a él que tarde tan clave para su futuro no fuese lo triunfal que necesitaba que fuese. Y no lo fue por falta de ganas ni de disposición ni porque se escondiese, más bien tengo la impresión que le traicionaron las ganas y le abandonó la intuición que tantas tardes le había salvado. Y lo malo es que tuvo en el triunfo en la mano. Cuando sacó al bravo tercero a los terrenos de fuera, le presentó la muleta sobre la mano izquierda y adelante, surgieron dos naturales tremendos, de los que le dieron cartel y fama, de muleta arrastrada y emotiva reunión. Cuando remató con el de pecho la plaza y el toro eran suyos pero vete a saber por qué, extraña decisión, se cambió la muleta de mano, cerró el toro de las rayas para adentro y ya nada fue lo mismo o peor aún todo se volvió confuso, se sucedieron los enganchones y comenzó a perder la batalla. Esa misma faena la inició con dos arrucinas que fueron como rizar el rizo de lo imposible, dos calambrazos que despertaron al personal, también le tengo anotadas dos gaoneras de las de verdad al toro de Castella, en total dos sustos, dos naturales y dos gaoneras que no fue suficiente bagaje para despejar su futuro. Una pena grande porque cuando le puso la muleta adelante al tercero todos pensábamos que había dado con la combinación de la caja fuerte. Cuando salió el sexto que no fue fácil, la suerte estaba echada.

Fandi, más allá de los tercios de banderillas, no tuvo opción en su primero ni tampoco pudo lucir en su segundo. Todo eso pasó en una tarde gélida, en la que Castella se erigió en gran triunfador.

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