La crónica de Benlloch en Las Provincias

Juli rindió a los elementos

José Luis Benlloch
viernes 20 de marzo de 2015

Fue un ejercicio de ejemplaridad. Actuaciones así deberían ser asignaturas obligadas en las escuelas de tauromaquia pero también para muchos de los que aspiran medrar en las ferias, algunos han estado estas Fallas a la espera de que le embista un toro.

Nunca pensaron los elementos que iban a sufrir una derrota tan estrepitosa como la de ayer en Valencia. Se puso Eolo, enemigo numero uno de los toreros, a soplar desesperadamente. Bajó el termómetro hasta donde los huesos comienzan a crujir. Se juntaron los dos, viento y frío y se les sumó la humedad de quince horas seguidas lloviendo y la deserción de no pocos aficionados que, hombres de poca fe, decidieron quedarse al resguardo del gin tonic de las muchas sobremesas que había ayer en Valencia, aparecieron los anti, pura barbarie, repartiendo cultura (¿) y mamporros y ni por esas consiguieron arruinar la séptima de feria que, muy al contrario, se puso caliente, caliente, emocionante y emotiva desde que arrancó el paseo, de tal manera que tardará verse otra tarde de tanta entrega, de tanto torero macho, de tanta técnica lidiadora, de emociones tan de verdad.

Ante semejante desenlace cabría decir que para elementos los toreros de ayer, ese Juli sobre todas las cosas. A tomar viento el viento debió decirse y se plantó en uno y en otro, en los mismísimos medios y a partir de ahí que manera de querer, que manera de poder, que hambre de gloria, que paciencia para aguantar las probaturas de los toros hasta que decidían entregársele, que manera de bajar la mano, que manera de ligar los muletazos, que moral para no rendirse cuando se encabritaba el viento y convertía la muleta en un gallardete de feria. Y ante eso no hay quien pueda, ni siquiera toda la artillería de obstáculos y trabas que se juntaron ayer para ir contra el triunfo. No mandé a los elementos a luchar contra el Juli, debió decir esa fuerza maligna que se ha empeñado en ensombrecer el final de feria y acabó rindiéndole la tarde. La salida triunfal por la puerta grande, bien pasadas las siete de la tarde, sin que nadie abandonase sus asientos, era la prueba definitiva de su victoria.

Y otro tanto habría que decir se ese Perera que no se quiso quedar atrás y con el peor lote, plantó su batalla en el mismo territorio y los mismos argumentos de las agallas y la quietud, la muleta rastrera, las plantas enterradas en la arena, de aquí no me quito, sin importarle el tiempo, mucho alargaron todos las faenas de todos, ni la escasa colaboración de sus toros, ni se achicó ante el huracán Juli. Y como no hay dos sin tres, sería eso y aunque por un palo bien distinto, el cante bueno de Fino se hizo notar desde el mismo comienzo, cuando en prevención de que luego no se diese de frente con su santa inspiración, arrancó la tarde con una docena de verónicas ganando terreno, ojo al parche porque el toreo bueno siempre fue para adelante, paso lance, paso lance, lo otro son simulacros. Y así se lo hizo Fino al colorado que abría plaza, un mazo de lances muy reunidos, de capote mecido, lance, paso, lance, paso que acabó rematando con media extraordinaria y si no hubo más es porque el banderillero deslumbrado por aquel derroche de toreó se precipitó a llevarse el toro no fuese que el maestro se atorase.

Todo eso y lo que queda por contar surgió con la importante colaboración de la corrida de Justo Hernández, buena corrida, de gran toreabilidad, alguno de excepcional clase como primero y quinto, diría también, que el segundo, uno de los de menos trapío de la feria tuvo fondo y bravura como para disimular su breve presencia. Conjunto de mucho rendimiento torero porque hasta el manso sexto que acabó huyendo de Perera, antes había tomado la muleta por abajo en unas series de gran transmisión. Cualidades todas ellas que no quitan un ápice de mérito a los toreros.

Los tres cuartos de plaza, quizás menos, no hacían justicia al cartel como se pudo comprobar. La reacción del publico pitando la aparición del segundo advierte que su buen conformar tiene un limite y la ovación con la que acompañaron su arrastre recuerda el conocimiento de la materia que tiene ese mismo publico, nada pendenciero, que debió decirse aquello de chico pero bueno y le tocó las palmas.

Por orden de antigüedad diré que Fino al toro de las verónicas ganadoras, lo toreó por los dos pitones con largura y gusto exquisito, que le hizo brujerías en los remates en una faena a la que le faltó un punto de continuidad porque a Fino sí le molesta el aire, pero aún así tuvo marchamo de obra grande. En el otro no es que hiciese más aire, solo que Fino lo notó más y tomó sus precauciones.

Lo de Juli queda dicho, fue un ejercicio de ejemplaridad. Actuaciones así deberían ser asignaturas obligadas en las escuelas de tauromaquia pero también para muchos de los que aspiran medrar en las ferias, algunos han estado estas Fallas a la espera de que le embista un toro. Se montó en el caballo de la responsabilidad de figura toda la arde y no se apeó. Domó al viento, aprovechó las muchas cualidades de sus toros, se los pasó cerca, muy cerca y los mató de sendas estocadas. Lo de Perera fue una persecución total. Un no rendirse, ni quitarse, ni ceder, ni un paso atrás y claro, acabó saliendo en volandas con el Juli. Otro caso de responsabilidad torera. Lo dicho, o los elementos se rindieron o los elementos fueron ellos.

CRÓNICA PUBLICADA EN EL PERIÓDICO LAS PROVINCIAS

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