La crónica de Benlloch en Las Provincias

Garrido triunfa y recorta distancias a los jóvenes

El extremeño, poderoso y torero, corta dos orejas y sale en hombros / Tarde dura de fuenteymbros, con Padilla y Fortes cogidos sin consecuencias
José Luis Benlloch
lunes 14 de marzo de 2016

El guión de los jóvenes emergentes se cumplió; el de los fuenteymbros, de los que tanto y tanto se espera siempre, no. Son las cosas del toro. Así que Garrido, gran tarde la suya, se fue feliz y Gallardo con el corazón encogido porque sus toros no habían sacado su franqueza. Son las cosas del toreo, son las cosas del querer. Y del poder. Ese, precisamente, fue Garrido ayer, querer y poder. Entendió a la perfección la dulzura pastueña de su bonito primero, lo amarró a la muleta y le acabó toreando con primor, ahí surgió la torería, sobre todo cuando se echó la muleta a la zocata y poco más allá de la raya de picar, le endilgó dos naturales, hondos por curvos, largos y profundos de los que definen a un torero importante. Su querer y hasta el poder llegó en el sexto, toro pensador de embestidas secas, al que le costaba un mundo salirse de la muleta y al que consintió lo que hubo que consentirle para que si tenía que haber un culpable no fuese él. Lo consiguió.

La felicidad de Garrido por la puerta grande recortando distancias con los compañeros de promoción que parecían escapados con los mano a mano, contrastaba con el resto de los protagonistas. Fue en su conjunto una tarde dura para todos, incluido el público que aguantó estoico la prueba del frío; para Padilla que acabó en manos de los doctores camino del hospital para comprobar qué le había hecho su segundo toro cuando ya herido de muerte hizo por él y le derribó con saña y felizmente sin más consecuencias que contusiones varias, en realidad nada para lo que pudo haber sido; fue tarde dura para Fortes, valiente y sin premio; dura para las cuadrillas que no anduvieron nada finas, mucho capotazo y mucho susto, con las consecuencias que ello tiene para la lidia; y dura para el ganadero, que ya no estaba acostumbrado a estos tragos.

Garrido no la olvidará. A esos naturales que les he contado hay que añadir la cadencia de los pases de pecho a modo de rompeolas de cada serie, hasta aquí llegó la tormenta de la reunión parecían decir. Le surgieron enganchados, largos, reunidos al hombrillo contrario, abrochando en el momento justo las series del toreo fundamental. Luego vendrían las bernadinas finales con una reacción del público tremenda, de las que erizan la piel, diría que muy de Valencia, brutal en el reconocimiento. Fue salir Garrido de la cara del toro y levantarse el respetable como un resorte, eufórico y feliz, clamando vítores al cielo y al toreo, igual me dicen que es exagerado, pero después de tanta acritud en la calle y en la vida, me reconforta que haya gente que rebose la felicidad y la exhiba. Y si además es por un torero, miel, mejor. A ese momento le añadió Garrido un soberano volapié del que salió rodado el fuenteymbro y ya no hubo quien detuviese el vuelo de los pañuelos.

El resto de la tarde tuvo menos brillos. Los fuenteymbros, muy presentados, queda dicho que no colaboraron al triunfo. Faltó el gran toro y el conjunto fue pedernal y fue mantequilla. Secos y duros, complejos, mucho más de aficionados que buscan el matiz que de los que apetecen el lucimiento, los tres negros, primero, segundo y sexto, que curiosamente eran del mismo semental; más suavones los tres castaños, en ese punto de nobleza y mansedumbre que igual se decanta hacia el éxito, que se lo pregunten a Garrido, que hacia el barranco de la decepción.

Padilla arrancó la tarde con la dureza. Un toro negro y hondo que arreó en banderillas, que por el pitón derecho embistió por dentro y un viento que lo complicaba todo más. Y vaya si lo complicó. Se vino arriba Juan en el cuarto, se lució con la capa, se creció en banderillas y le echó las rodillas al suelo en un arranque espectacular y templado. El resto de la faena fue una pelea por encontrar la continuidad. Al final vino el arrollón, el susto, la fortuna de que no pasase nada, la petición de oreja no concedida y la alegría de un parte médico casi en blanco.

Fortes se llevó el lote más complicado. Uno muy duro, muy seco y otro muy parado. Ni con uno ni con otro se asustó ni se cansó. Hasta excesivo en el querer, se quedó sin premio.

CRÓNICA PUBLICADA EN EL DIARIO LAS PROVINCIAS EL 13/03/2016

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