MADRID

Ginés Marín, oreja en una Beneficencia a medio gas

El extremeño firma una interesante actuación como Ferrera, que no tocó pelo por fallar con la espada
Gonzalo I. Bienvenida
miércoles 06 de junio de 2018

Fotos: JAVIER ARROYO

El lucero de Alcurrucén que inauguró la Beneficencia estaba musculado dentro de su tipo. Abría la cara. De salida fue frío, como reza su procedencia, pero desembocó en una mansa condición en varas. Salió repuchado de los encuentros con el caballo pese a ser picado en la querencia. Llegó a derribar y arrolló siempre en los capotes llegando a llevarse por delante a José Manuel Montoliu en un arreón. Hizo varios extraños. Antonio Ferrera ordenó el desconcierto en un exigente quite para recoger al toro por bajo, semigenuflexo, que remató con una torera media verónica. En banderillas cambió los ritmos. Antonio Ferrera brindó al Rey emérito, don Juan Carlos I, que presidió la corrida desde el Palco Real. Lo pasó una vez Ferrera y se echó la muleta a la mano izquierda. El toro, montado en su expresión, la tomó con transmisión descolgando en el embroque. La tanda tuvo emoción por la informal embestida. Parecía que le faltaba un puyazo. Se preocupó Ferrera de buscar la belleza por encima de la intensidad, buscando los muletazos de uno en uno. Algunos, muy en redondo, fueron carteles de toros. Con la mano derecha se venció el alcurrucén. Ferrera recuperó la intensidad en el final y llegaron naturales sublimes. Templado, de perfil, con ritmo propio. El final por bajo y a dos manos fue de lidiador forjado en mil batallas y enriquecido con el aroma del extremeño. La estocada cayó trasera, tardó en hacer efecto. Saludos tras dos avisos.

El segundo de Alcurrucén fue fino y armónico. Muy suelto en los capotes, se calentó en el caballo de Rodríguez. Miguel Ángel Perera lo recibió con facilidad, tratando de empujarle hacia delante. El toro cambió de marcha, condición que mantendría durante toda la lidia. La lidia de Curro Javier fue medida. Buen par de Javier Ambel. Perera brindó a don Juan Carlos. Inició la faena con su poder habitual, el toro tomó bien la muleta en el primer muletazo de cada serie. En los sucesivos derrotó o se frenó o pasó sin ningún tipo de entrega. Con los aceros no estuvo acertado el extremeño: metisaca bajo, estocada tendida y varios descabellos.

El colorado que hizo tercero fue un toro de buenas hechuras, bajo y hondo. Un punto engatillado de pitones. Ginés Marín voló con suavidad su capote para saludarlo con verónicas con el toro muy embebido. Lo dejó en suerte con torería, después en el quite volvió a torear despacio. Ferrera lo sacó del peto de Guillermo Marín (que lo había bordado con el toro empujando de verdad) con un galleo por chicuelinas de corte antiguo. En banderillas apuntó humillación. Ginés brindó la faena al Rey emérito. El toro desarrolló calidad, Ginés Marín aprovechó la forma que tenía el toro de tomar la muleta para cuajar tres entonadas series. La nobleza del toro se descubrió completa en un natural tras un cambio de mano por detrás en el que Ginés se quedó muy cerca. El toro pasó con obediencia absoluta. Después, la clase se fue apagando y el torero remontó la faena en las bernadinas finales. La estocada llegó tras un pinchazo. La oreja no tuvo el peso de algunas no concedidas esta feria.

Antonio Fererra se hizo presente en el ruedo en cuanto apareció el cuarto de Alcurrucén, que salió suelto. Un toro cuajado, con trapío. El tercio de varas fue un trámite. En banderillas esperó mucho poniendo en dificultades a la cuadrilla. En la muleta de Ferrera no fue fácil. A veces midió y otras se arrancó sorprendiendo al matador. Algunos derrotes fueron a la altura del pecho. La irregular embestida también tuvo falta de recorrido. Ferrera resolvió con profesionalidad. Dos pinchazos, estocada baja y dos descabellos.

El quinto, de nombre “Gaitero”, portaba una de las mejores reatas de Alcurrucén y las finas hechuras del toro de Núñez. Girón, calcetero. Engatillado de pitones. Friote de salida, lo recogió Perera con el capote tras el cambio de tercio. En el caballo se centró. Durante la brega de Javier Ambel mostró obediencia. Miguel Ángel Perera brindó a la parroquia. Inició la faena por estatuarios a pies juntos. El alcurrucén embistió con transmisión, humillación y ritmo pero duró sólo dos tandas. Perera lo aprovechó con profundidad el tiempo que duró. Perdió el celo desluciendo con la cara alta los muletazos de Perera. Porfió el extremeño en cercanías. Estocada en la que perdió el engaño.

Cerró la tarde un toro un punto más basto que sus hermanos. Astifino, serio en su expresión. Del mismo modo que a sus hermanos le faltó fijeza de salida. Del caballo salió suelto en todos los encuentros. Ginés Marín le dio distancia para iniciar la faena y aprovechó la inercia obediente del alcurrucén. La segunda tanda también tuvo distancia y la consecuente emoción. Le faltaron finales al toro, que la tomaba bien pero no perseguía hasta el final los vuelos en cada muletazo. Marín buscó el acople una y otra vez. Por uno y otro pitón. Algunos muletazos, los más ceñidos, lo tuvieron. El final fue a dos manos con bellos detalles. Pinchó antes de cobrar la estocada. Vio silenciada su labor.

Madrid, miércoles 6 de junio de 2018. Corrida de Beneficencia. Toros de Alcurrucén, bien presentados y de juego desigual. De mejor condición 1º y 3º. Falto de celo el buen 5º. Antonio Ferrera, saludos tras dos avisos y silencio; Miguel Ángel Perera, silencio tras aviso en ambos; y Ginés Marín, oreja y silencio. Entrada: Lleno.

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