Se sigue detectando en demasiadas plazas de toros la insuficiencia de medios para afrontar, con cierta garantía de éxito, las consecuencias de los accidentes de los toreros durante la lidia. Esa imprevisión es posible que una vez más haya sido la causa de la muerte de un torero. Esta vez en México. La cornada, según las noticias de los primeros momentos, fue horrenda y probablemente mortal de necesidad. Pero de haber sido atendido de inmediato en una bien pertrechada enfermería, quizás y sólo quizás, dados los medios de que hoy dispone la medicina y lo avanzado de la cirugía, Laureano de Jesús hubiera sobrevivido a la terrorífica cornada, que le entró por un ojo hasta el cráneo. Aunque nunca sabremos a ciencia cierta si aún así se hubiera podido evitar el fatal desenlace. Siempre nos quedará la duda. La negligencia, fruto del voluntarista “no pasa nada” tan propio del mundo del toro, ha sido el origen de varias muertes de toreros, incluso de algunos que ya habían alcanzado fama y fortuna.