OBITUARIO, por Paco Cañamero

Alipio ya no verá la otoñada

Paco Cañamero
martes 13 de septiembre de 2016

Este martes, en plena feria taurina y con las gentes del campo mirando al cielo, a media mañana las campanas tañían para anunciar la muerte de Alipio Pérez-Tabernero Sánchez, genuino representante del Campo Charro, hombre de bien y un excelente ganadero de ‘nacencia’.

Esta mañana de septiembre ha amanecido triste y lluviosa, envuelta en la melancolía que da el paso al otoño, con los cielos de Salamanca regando los campos con un fina lluvia que es oro para la próxima sementera y anuncia que vendrá una otoñada de lujo. No sé si don Alipio ya estaba al tanto de ello, él que era tan aficionado a estas cosas del tiempo y siempre era quien mejor daba el pronóstico gracias a esa sabiduría de las cabañuelas que estudiaba los primeros días de agosto.

Este martes, en plena feria taurina y con las gentes del campo mirando al cielo, a media mañana las campanas tañían para anunciar la muerte de Alipio Pérez-Tabernero Sánchez, genuino representante del Campo Charro, hombre de bien y un excelente ganadero de ‘nacencia’. Porque era hijo de aquel personaje de leyenda llamado Alipio Pérez-Tabernero Sanchón -el de las famosas patillas- y nieto de Fernando Pérez-Tabernero, el primer ganadero de esa famosísima familia.

Criado en ese ambiente y al igual que sus hermanos, desde niño fue ganadero, casi desde que tenía uso de razón, aunque de mozo también intentó ser torero espoleado por los éxitos de Manolete –a quien trató mucho en sus frecuentes idas al Campo Charro del monstruo de Córdoba-, para alternar muchas veces de novillero con Ordóñez, Manolo Vázquez, Jumillano, El Litri, Aparicio… aunque una lesión en el talón de Aquiles le retiró del toreo y ya definitivamente emprendió sus pasos en el campo, en su querida finca de Matilla, donde crió los toros de encaste Santa Coloma que tantas alegrías le dieron. Suyo fue ‘Guapito’, el toro de la alternativa de S. M. ‘El Viti’, además de otros muchos de recuerdo inolvidables, muchos de ellos lidiados por Paco Camino, muy amigo de la casa, al igual que Julio Robles y El Niño de la Capea.

Con el tiempo, y dadas las exigencias de la época, también tuvo otra vacada de encaste de ‘Atanasio’, aunque la niña de sus ojos era la de Santa Coloma. Hombre de bien y buenísima persona, al que adoraban sus compañeros y los toreros, disfrutó de una larga vida entre el respeto y la amistad de quien le conoció, por lo que, cariñosamente, le llamaban ‘el jefe’.

Nacido el 1 de octubre de 1921, era el vicedecano de los criadores charros –por delante de él está el casi centenario Antonio Pérez-Tabernero, primo carnal suyo-. Durante muchos años desempeñó cargos de responsabilidad en la UCTL y siempre fue un gran defensor del toro charro.

Casado con la también ganadera María Lourdes Martín Aparicio, eran padres de Alipio y Juan. Con su muerte ha dicho adiós un señor. Un lígrimo charro que se fue esta mañana de septiembre que ha amanecido triste y lluviosa, con la melancolía que trae la llegada del otoño.

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