Cuando se acercan las elecciones, todos los políticos se muestran llenos de buenas intenciones sobre el toreo. Pero uno, desde su ya larga experiencia, contempla sus declaraciones con la frialdad de aquel soldado italiano… Cuando se acercan las elecciones, todos los políticos se muestran llenos de buenas intenciones sobre el toreo. Pero uno, desde su ya larga experiencia, contempla sus declaraciones con la frialdad de aquel soldado italiano que después de la ardorosa arenga de su capitán, minutos antes de entrar en combate, le dice a su compañero de fila: “¡Que bona vocce tiene el nostro capitano!”. Pese al “heroísmo” de sus mandos, la representación del ejército italiano en la Guerra Civil española todavía corre por los campos de Guadalajara con las tropas republicanas detrás. Hasta el punto que entre los militares, aun hoy, para garantizar la velocidad de un automóvil, se suele decir: “¡Cómo no va a correr si tiene las dos ruedas delanteras italianas y las dos de atrás españolas!”.
De buenas intenciones se dice que esta empedrado el Infierno. Y debe ser cierto porque en lo que respecta al toreo, pese a las electoreras declaraciones de amor de los políticos de casi todos los colores, que se reducen a dos, los que mandan y los que quieren mandar, Hacienda y la Seguridad Social, en las que deciden ellos, se siguen llevando la parte del león de las ferias, convertidas por mor de los impuestos en terreno altamente pantanoso. Y ello aunque algunas propiedades comienzan a bajar sustancialmente sus cánones, hasta ahora prohibitivos. Lo dicho: “¡Que bona vocce tiene el nostro capitano!”
